Ética de la anticoncepción

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Es frecuente hablar indistintamente de ética de los anticonceptivos y de ética de la anticoncepción. Sin embargo no parece que sean conceptos idénticos. Los anticonceptivos, sean del tipo que sean, son objetos y por tanto en sí mismos no tienen una valoración ética. En todo caso se podría evaluar la ética de su precio, de la calidad en su producción, o de la justicia en la cadena de trabajo donde se producen.

La anticoncepción es una acción que realizan los sujetos, y por tanto con un valor ético en cuanto acción humana.

Se puede definir la elección anticonceptiva como

la elección de un modo de actuar consistente en impedir que actos de relación sexual realizados con consentimiento voluntario que previsiblemente tuvieran consecuencias procreativas las tengan efectivamente, cuando dicha elección se efectúa por esa y sólo por esa razón.

La ética de la anticoncepción suele enfocarse bajo varias perspectivas.


Desde el principialismo

Algunos[1] examinan la ética de la anticoncepción desde los cuatro principios de la teoría del '''principialismo''' .

  • Beneficencia: los anticonceptivos permiten un distanciamiento entre los embarazos, y con ello entienden que se mejora la salud materna, y la buena crianza de los hijos.
  • No-maleficencia: los anticonceptivos bien utilizados no son dañinos en general para la salud, o con consecuencias muy leves. El médico debe velar para que este principio se cumpla atendiendo a la situación de cada receptor del anticonceptivo, y a sus condiciones sanitarias actuales.
  • Autonomía: la mujer sería capaz de elegir entre embarazo o no embarazo. Para que se de un consentimiento informado es necesario que se le suministre la información completa con lenguaje asequible.
  • Justicia: puesto que en unos países las mujeres pueden disponer fácilmente de estos productos de tal forma que decidan sobre su maternidad, estos deberían ser accesible a todas las mujeres.

Desde la salud reproductiva

Considerando que el acto sexual que se busca sea anticonceptivo no tiene ningún valor ético en sí mismo. Por esta característica, algunos lo llaman pre moral. Sólo son morales las consecuencias que puede tener, o la utilidad que puede ofrecer. En este sentido la anticoncepción no debe ser evaluada respecto al acto sexual, sino respecto a la vida y a la autonomía de la persona.

La anticoncepción será una elección dentro de la salud reproductiva. Se decide no tener un embarazo y se utilizan medios que impiden que haya una concepción en el acto sexual.

Desde esta perspectiva, la conexión tradicional entre sexualidad y procreación se ve como una limitación puesta por la biología humana, que ahora se ha conseguido superar con el uso de anticonceptivos. En este aspecto la anticoncepción pemite una experiencia de mayor autonomía de la mujer respecto a su propio cuerpo, y a la organización de su propia vida.

La anticoncepción en sí misma, sería éticamente mala sólo cuando le viniese impuesta a la mujer por alguien externo a ella.

En este último caso pueden encontrarse políticas demográficas que impiden el ejercicio de la paternidad, y obligan a la anticoncepción o al aborto, en etnias, países, o poblaciones determinadas. En algunos casos esta limitación se exige después del primer hijo.

Desde la ecología

Algunas perspectivas ecológicas de la relación sexual, enfocarían el uso de anticonceptivos como contrarios a la relación natural sexual, y en este sentido no aceptable éticamente. La anticoncepción sería introducir una variable no natural a la relación entre dos personas humanas. Esta variable artificial consistiría para unos en el uso de los anticonceptivos que son elaboraciones artificiales. Para otros la artificiosidad vendría dada por la falta de expresión natural del cuerpo al limitarse una de sus potencialidades. Para estos la forma natural de regular la natalidad vendría del conocimiento de los períodos de fertilidad, y del comportamiento sexual responsable.


Desde el personalismo

Una cuarta perspectiva ética surge de un planteamiento unitario del obrar y del ser del hombre. Para estos el cuerpo y el espíritu no son objetos que están juntos o integrados, sino que son aspectos del único ente que es la persona humana. La persona se comunica corporalmente con otras personas, de tal modo que puede expresar su interior a través de su materialidad corporal. La relación sexual es relación entre personas, por ello debe basarse en el principio ético común, que tiene un origen kantiano, que dice que no se puede tratar a una persona como un medio sino siempre como un fin. La relación sexual expresaría visiblemente la donación entre personas en el marco del amor. Por ello una relación una relación de compra-venta de favores sexuales, o de simple intercambio de placeres estaría fuera de la ética que debe regir en la relación entre personas. Mayor perversión ética tendría el ejercicio de la sexualidad como manifestación de dominio sobre el otro, e incluso como violencia sobre el más débil. Por motivo similar, la relación voluntariamente hecha anticonceptiva, significaría la negación de la totalidad de la donación y la aceptación entre personas humanas. Por tanto también en este caso fallaría la eticidad de esa relación. Por ello cuando hay una intención anticonceptiva en la relación sexual se estaría actuando éticamente mal.

No pasamos a considerar la eticidad de la acción antiimplantatoria, o si?


Referencias

  1. Varas, Jorge (2010). «Anticoncepción: Etica y derechos». Rev. Obstet. Ginecol.- Hosp. Santiago Oriente Dr. Luis Tisné Brousse 5 (2): 121-126. ISSN 0718-3127. Consultado el 1 de noviembre de 2011.