Cigoto

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 Definición

Se define el cigoto como el individuo celular resultante de la fecundidad del óvulo por un espermatozoide. El proceso de la fusión de los pronúcleos del espermatozoide y óvulo suele durar unas once horas por lo que el cigoto es el resultado de ese proceso de fecundación. Es central distinguir que el cigoto es distinto del óvulo y del espermatozoide. Es un ser vivo individual y diferente. En el caso de células de la especie humana, es por tanto diferente del padre y de la madre. Su patrimonio genético es singular irrepetible. Ciertamente será el resultado de la aportación materna y paterna, pero nunca igual a ninguno de los anteriores.

El proceso de la fecundación humano

En la especie humana, el proceso de maduración de células sexuales en el varón se denomina espermatogénesis. Este proceso es continuo durante toda la vida fértil del varón y origina cantidades enormes de gametos masculinos.

En la eyaculación durante el coito, se depositan en el fondo de la vagina humana entre 300 y 500 millones de espermatozoides en un medio líquido segregado por las glándulas accesorias, que les permite mantener la motilidad proporcionada por su cola. La motilidad del espermio dura tres o cuatro días, y su capacidad fecundante de uno a dos días.

Los espermatozoides han de salvar una serie de barreras químicas y físicas (pH vaginal ácido, tapón mucoso cervical uterino, cavidad uterina, trompa) antes de alcanzar la trompa uterina. Sólo 4 ó 5 millones logran llegar al endocérvix y de estos sólo los suficientemente dotados alcanzarán la ampolla tubárica: entre 300 y 500 espermios. Distinto se presenta en el caso de la mujer donde la maduración de las células sexuales femeninas, es rítmico y limitado. A lo largo de la vida fértil de la mujer madurarán unos 400 óvulos.

Cuando el óvulo se ha desprendido del ovario es captado por la trompa.

De los 300-500 espermatozoides que alcanzan la trompa sólo uno penetrará en el óvulo. Para que ello sea posible el espermatozoide ha de sufrir un proceso de capacitación.

El espermio, para penetrar en el interior del óvulo, debe atravesar su recubrimiento exterior, llamado zona pelúcida, y su membrana. Parece ser que la penetración de la zona pelúcida dura en la especie humana unas 7,5 horas.

Una vez que ha penetrado un espermio en el óvulo se produce un proceso de obstrucción rápida de la membrana del óvulo, que ocurre en unos segundos, seguido de uno de obstrucción lenta, que impiden la penetración de múltiples espermios o polispermia.

Cuando el espermatozoide ha penetrado en el óvulo, aumentan las dimensiones de su núcleo (que está en la cabeza) por el paso de sustancias químicas ovulares a su interior. Los dos pronúcleos se van acercando hacia el centro, para fusionarse las cromatinas de ambos, con lo que la carga genética nuclear es ahora la suma de la aportada por el padre y por la madre.

El momento de la fusión de los dos pronúcleos es el aconteci­miento culminante de la fecundación, proceso que, desde que se inicia, dura unas 11 horas.

En todo este proceso es decisiva la acción hormonal. En la primera fase del ciclo menstrual de la mujer (la que va desde el primer día de la menstruación hasta la ovulación), el ovario produce estrógenos, hormonas que dan lugar al crecimiento del endometrio, la membrana mucosa que recubre el interior de la cavidad uterina. Después de la ovulación, el ovario produce progesterona, hormona que prepara ese endometrio engrosado para poder recibir la implantación del embrión. Ese endometrio apto para la anidación del embrión recibe el nombre de decidua pregestacional, y sólo mantiene esta capacidad durante unos tres días. Si el óvulo no es fecundado, al caer bruscamente los niveles de estrógenos y progesterona, se producirá la menstruación.

Si ocurre la fecundación del óvulo, ésta se produce en el tercio distal de la trompa de Falopio. El embrión resultante comenzará inmediatamente a crecer y desarrollarse, y será transportado por las microvellosidades del interior de la trompa y los movimientos peristálticos de ésta hacia la cavidad uterina, para que unas 72 horas después de la fecundación pueda localizarse en el “endometrio pregestacional” (decidua pregestacional) e iniciar la implantación. Si la motilidad de la trompa y sus microvellosidades está alterada, o si el endometrio no está en las condiciones adecuadas para permitir la implantación del embrión, éste no podrá sobrevivir. Los productos que impidan la fecundación del óvulo por el espermatozoide, serán anticonceptivos    (ver voz anticoncepción). Los que, junto al efecto anterior o sin él, impidan su transporte al útero y anidación en el endometrio, serán abortivos.

Una vez realizada la anidación del embrión, es vital que se mantenga la producción y la acción de la progesterona para que pueda haber un adecuado “endometrio gestacional” (decidua gestacional). El ovario la seguirá produciendo hasta las 6–8 semanas de gestación siguiendo una orden química dada por el embrión. Hasta esa fecha el embrión no será capaz de producirla por sí mismo en la placenta en cantidad suficiente para sostener el embarazo. Si no se produjera suficiente progesterona o esta no pudiera actuar –es el efecto de la RU486– no podría mantenerse el “endometrio gestacional”, en el cual está implantada la placenta, y el embrión o el feto morirían.

La célula resultante de la fecundación o cigoto es ya distinta del óvulo y del espermatozoide. En su interior se da una gran actividad metabólica y, como consecuencia, el cigoto se empieza a dividir enseguida: es el proceso de la segmentación, que al principio es muy rápido y después menor.

La primera división tiene lugar a las 24-30 horas; después habrá una división cada 10-12 horas. En la primera división se distingue una célula mayor o macrómera y otra menor o micrómera. De la primera derivará el cuerpo embrionario, y de la menor, los anejos.

Siguiendo las divisiones, al cuarto día del desarrollo el embrión tendrá unas 12 a 16 células, hablándose ya de mórula. Pasados cuatro días después de la fecundación, el cigoto ha sido transportado desde el tercio externo de la trompa hacia el interior de la cavidad uterina y al cabo de una semana aproximadamente a partir de la fecundación (20-21 día del ciclo), se implanta en el espesor de la pared del útero y empieza a desarrollarse mucho gracias a la nutrición más abundante que le aporta la pared uterina. En el momento en que se implanta el nuevo ser tiene forma de blástula.

A los nueve días, la blástula está totalmente empotrada en el endometrio y se cierra la herida con un tapón de fibrina.

Hacia el día 14 del desarrollo aparece una diferenciación mesodérmica denominada línea primitiva, de la cual derivará la notocorda, (estructura fundamental para la inducción del sistema nervioso central), entre otras estructuras. Muchos de los procesos del desarrollo están regidos por la acción de la notocorda, que planifica y organiza en gran medida la morfogénesis.

   La vida es un proceso único

Queremos subrayar ante todo que la vida es un proceso único, que empieza en lo ya descrito y sólo termina en la muerte.

La ontogenia, es el desarrollo de un conjunto de fenómenos que, desde que se inician en el momento de la fecundación no se interrumpirán hasta el momento de la muerte. No se puede olvidar que los períodos que se distinguen médicamente por razones de estudio, son diferentes aspectos de lo que en esencia constituye la característica fundamental de todo ser vivo: la de reaccionar como un todo, como una unidad, adaptándose a las necesidades del momento y del ambiente. Es la unidad temporal, biográfica, la que permite decir que ese ser, aun cuando al cabo del tiempo haya renovado totalmente sus materiales constituyentes y haya cambiado su aspecto, es el mismo.

La ontogénesis es un proceso continuo, homogéneo, sin fisuras. No hay solución de continuidad entre unas y otras etapas de la vida. El sucederse de los acontecimientos forma parte de una biografía una, única que comienza con la explosión vital que supone la fecundación y termina en el momento de la muerte. Por eso, los términos de cigoto, mórula, blástula, embrión, feto, neonato, niño, joven, adulto, anciano, son lo de menos. Lo destacable es esa unidad biológica y biográfica. El cigoto es reseñable porque es el primer momento del desarrollo del único, irrepetible y singular individuo frente al que nos hallamos

Procesos del desarrollo intrauterino:

  • A las dos semanas de vida se inicia el desarrollo del sistema nervioso.
  • A las semanas de vida empieza a diferenciarse el cerebro, aparecen los esbozos de lo que serán las piernas y los brazos y el corazón inicia sus latidos.
  •  A las semanas ya empiezan a formarse los ojos.
  • A las seis semanas la cabeza tiene su forma casi definitiva, el cerebro está muy desarrollado, comienzan a formarse manos y pies y muy pronto aparecerán las huellas dactilares, las que tendrá toda su vida.
  • Al as ocho semanas el estómago comienza la secreción gástrica; aparecen las uñas.
  • A las nueve semanas se perfecciona el funcionamiento del sistema nervioso: reacciona a los estímulos y detecta sabores, pues se ha comprobado que si se endulza el líquido amniótico ‑en el que vive nadando dentro del vientre materno‑ ingiere más, mientras que si se sala o acidula lo rechaza.
  • A las once semanas ya se chupa el dedo, lo que puede verse perfectamente en una ecografía.
  • La mayor parte de los órganos están completamente formados al final de la duodécima semana, y casi todos ellos funcionarán ya en la segunda mitad de la vida intrauterina.

 pero hay cambios que no se producirán más que después de nacer: la primera dentición sólo aparece seis meses después del nacimiento, los dientes definitivos lo hacen hacia los siete años y algunas veces las últimas muelas no salen hasta bien avanzada la vida adulta. La pubertad, con todos sus cambios anatómicos y fisiológicos, acaece en la segunda década de la vida, y la capacidad reproductora de la mujer se inicia poco después de la pubertad y cesa en el climaterio. Es decir, la vida es un proceso único, que empieza en la fecundación y no se detiene hasta la muerte, con sus etapas evolutivas e involutivas.

 Autonomía de la vida

La vida del embrión y del feto es autónoma, porque toma del medio en que se encuentra todo lo necesario para su subsistencia. Una prueba de esta autonomía viene a darla la fecundación in vitro, o el que blastocistos transferidos a una cápsula suprarrenal masculina puedan desarrollarse hasta estadios muy avanzados. El nuevo ser, además, rige y controla autónomamente sus propios procesos vitales, gracias a la carga genética que dirige toda su actividad.

Este nuevo ser vivo es de la especie humana porque tiene una organización exclusivamente humana, distinta estructuralmente de las restantes especies animales. Tiene un genoma propio, que le hace individuo de la especie, diferente de todos los demás, y le da identidad humana una y única.

Por lo tanto, desde el momento de la concepción estamos ante un individuo de la especie humana, masculino o femenino.

Se han presentado diversos argumentos en contra de esta afirmación:

  • en las primeras semanas del desarrollo se pueden formar gemelos, luego todavía no es un individuo. El problema es que se confunde interesadamente o no individualidad con indivisibilidad . El problema de los gemelos no es tal: el comienzo de la vida del hermano se hace por desprendimiento de un grupo de células de su hermano. En vez de ser engendrado por fecundación lo sería por escisión. También ocurre en otras especies animales y vegetales (la estrella de mar, el geranio, p.ej.), salvo que esta posibilidad en la especie humana queda limitada a los primeros catorce días de vida aproximadamente.
  • algunos plantean que sea un individuo humano, pero no una persona humana. La respuesta obvia es que salimos ya del terreno de la biología y de la medicina para entrar en el de la filosofía, que requiere otra metodología. La biología nos dice con seguridad que desde la fecundación estamos ante un individuo humano. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. Pues bien, ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?. Es la pregunta que hay que plantear a los que investigan, experimentan, congelan y se desprenden de “este material biológico” No hay otra modalidad de existencia humana que la de ser persona (ser individual de naturaleza racional).
  • Otros argumentan que no es persona hasta que no desarrolle su sistema nervioso central. Si así fuera, podríamos decir que hasta los seis o siete años de edad no habrá persona humana, pues hasta entonces no se ha completado el desarrollo de las conexiones nerviosas. Tampoco sería persona un individuo en coma; ni un sujeto dormido o alguien afectado por una patología degenerativa del sistema nervioso en fase avanzada, si definimos a la persona como aquélla que puede realizar operaciones intelectuales.
  • Otros argumentan que la condición humana se va adquiriendo de forma progresiva, pues al principio sólo estaríamos ante una masa amorfa e indiferenciada, hasta que al final ese ser tiene forma humana, y en consecuencia hasta el final no estaríamos ante una persona humana. Hay que decir que: en primer lugar, no hay ninguna separación entre las distintas etapas que nosotros distinguimos, estamos ante un continuo ininterrumpido, gradual y coordinado. En segundo lugar, la forma, la morfología no es la que hace ser humano, es más bien al contrario, es la morfología la que viene determinada por la carga genética.
  • Por último, otros afirman que no es persona hasta que no es aceptado por los demás. Este es un argumento sociológico sin base científica. No hace ser humano el que sea reconocido como tal, sino que porque es humano podrá ser reconocido y aceptado.

En definitiva, hay que reconocerle al hombre la dignidad que le corresponde en toda su realidad biográfica, desde el comienzo de su vida, es decir, desde el encuentro del espermatozoide con el óvulo, o quizá, para ser más precisos, desde la fusión de los dos pronúcleos hasta el momento de la muerte natural. No hay ningún salto de calidad entre unas etapas y otras del desarrollo. El único salto cualitativo es el momento de la fecundación, en donde de dos células en la etapa terminal de su proceso de diferenciación ‑el óvulo y el espermatozoide‑ surge una realidad nueva, distinta, con unos procesos vitales que forman un continuo, con un alguien sujeto del antes y del después.

De todo lo apuntado, destruir ya sea como medio o como fin un cigoto supone un aborto, ya que la biología deja cada vez más a las claras de que se trata de un ser individual distinto de lo demás y con una carga genética singular. La biología ofrece el dato para que la filosofía pueda deducir que ese concreto individuo de la especie humana es una persona.

Bibliografía

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Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 1995