Embriones sobrantes

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Las técnicas de la fecundación artificial han posibilitado la existencia de un número importante de embriones. El éxito buscado en las diversas técnicas hace generar más embriones que los ulteriormente implantados en el útero de la mujer.

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Ese remanente de óvulos fecundados hace que estemos ante los embriones sobrantes. Estos embriones sobrantes tienen un futuro incierto y mientras tanto son almacenados en bancos de embriones permaneciendo congelados en nitrógeno líquido a doscientos grados bajo cero. Teniendo en cuenta los datos de la biología nos encontramos ante individuos de la especie humana.

Ya se ha demostrado en otras partes de esta obra, como no puede existir individuo humano sin ser persona humana

Nos encontramos ante un problema serio pues se tiene a una serie de personas en salas de espera, aguardando ante una incierta llamada en el mejor de los casos.

En la mayoría, la espera será lo suficientemente indefinida como para suponer que no hay tiempo para ellas y por consiguiente el futuro plausible es desolador. De aquí que se levanten no pocas voces de alarma contra una práctica que maltrata la vida humana naciente.

Acercamiento humano adecuado

Por tal se entiende, aquella ética que subraya el carácter precioso del hombre. Aquella que centra el juicio ético en la misma racionalidad objetiva de los hechos y las situaciones.

Una ética tal posibilita conocer y ulteriormente juzgar que es inhumano por irracional, generar embriones humanos con el hipotético caso de ser usados para finalidades varias. El núcleo de la argumentación de esta forma de pensar radica en que las técnicas que generan y usan embriones humanos son inhumanas por lo irracionales que son.

En efecto, las técnicas de la fecundación artificial que son el origen de los embriones sobrantes consideran el embrión como un medio para...; nunca la vida humana es un medio para.

En su misma racionalidad intrínseca presentan un carácter medial. La intencionalidad subyacente en dichas técnicas generadoras de embriones sobrantes es siempre medial, nunca final. Se podrá objetar que también el acto conyugal es un “medio” para conseguir un embrión, pero sin negar esto, el acto conyugal es más que un medio, es un fin en si mismo. Se continúa realizando el acto conyugal independientemente de la consecución de un embrión; tiene en sí mismo la capacidad de expresar la comunión esponsal y el ser vehículo vital.

En cambio las técnicas de la fecundación artificial, únicas responsables de este acúmulo de embriones, son siempre medios; si fracasa una que necesita tres embriones, se pasa a la siguiente que necesita cinco para el hipotético éxito y si fracasa ésta a la siguiente y así hasta el número ilimitado como en la actual legislación española del año 2005.

El error de base es que nunca la vida humana es un bien para mí, sino un bien en sí. Independientemente de los motivos subjetivos muchas veces laudables del recurso a éstas técnicas biomédicas, las acciones humanas tienen siempre consecuencias.

Sobre estas hay que valorar qué se va a seguir de ciertas conductas. Cierto y verdad es que cuando se acometen éstas técnicas generadoras de multitud de embriones ya se ha apostado por una concepción determinada de persona, de matrimonio, de familia. A estas realidades se las priva de su carácter autónoma para ser medios para algo o para alguien.

A la inhumanidad de considerar la persona, el matrimonio y la familia como medios para... se suma el aspecto cuantitativo de generar un problema insoluble en la actual coyuntura. Por ello, el problema de los embriones sobrantes está totalmente ligado al de las técnicas de fecundación artificial que lejos de resolver deseos legítimos, conducen a dramas reales como son la generación de embriones sobrantes.

Postura desde la moral católica

El documento Donum Vitae señala las claves por las que el uso de las técnicas de fecundación artificial son medios desordenados para posibilitar que la vida humana sea. Aún con independencia de que no se generasen ingentes números de embriones, la instrucción señala las razones por las que éstas técnicas desmerecen a la preciosidad de la vida humana. Pero es que las mismas técnicas son fuentes que generan embriones que nadie da, que nadie acoge y que por tanto deben ser congelados. Al final el único destino es el posible uso en la investigación. Ya desde el primer momento documento Donum Vitae se preguntaba cuál sería el juicio moral que merece el uso de embriones sobrantes para la investigación y responde en el número cinco: “los embriones humanos obtenidos in vitro (laboratorio) son seres humanos y sujetos de derechos: su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como material biológico disponible” (DV 5).

Investigar con ellos de lo cual se sigue hasta la fecha la muerte de los mismos o almacenarlos para en su día utilizarlos como material de investigación son actos inmorales. En relación con la muerte la instrucción lo asimila al aborto: “en la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren todos los embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos.

La Iglesia del mismo modo que condena el aborto provocado, prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la fisión gemelar.

Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quién permitirá vivir y a quién mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos.

El congelamiento que dilata una situación de espera es inhumana y también condenada por tanto la existencia de estos bancos de embriones pues supone un abuso que a unas personas se les niegue el derecho fundamental de nacer y estar sometidos a hipotéticos experimentos que lesionan su dignidad al ser tratados como medios, cuando solo pueden ser fines en sí mismos. Por ello, los métodos técnicos de observación o de experimentación que causan daños o imponen riesgos desproporcionados y graves a los embriones obtenidos in vitro, son moralmente ilícitos.

El motivo es el mismo. Insistimos en que toda persona humana ha de ser respetada por sí misma y no puede quedar reducida a simple valor instrumental en manos de terceros. No es conforme a la razón y la moral exponer deliberadamente a la muerte embriones humanos obtenidos in vitro. La ilicitud de las técnicas se agiganta al ver en al realidad una serie de embriones no transferidos al cuerpo de la mujer que se les cataloga como “sobrantes” y que quedan expuestos a una destino absurdo, incierto y sobre todo fatal.

Situación española

Diferentes momentos a recorrido la legislación española en torno al tema. En un principio la ley de 1988 (35/1988) permitía fecundar un número ilimitado de óvulos. Las cantidades de embriones no han parado de crecer desde entonces. Esta ley vigente hasta la reforma del 2003 generó todo un organigrama de bancos de embriones y permitió obtener un “material” abundante para la investigación. La ley del 2003 restringe a un máximo de tres ovocitos los candidatos a la fecundación y además estos es todavía más novedoso se deberán transferir en su totalidad, “salvo en casos en los que lo impida la patología de base de los progenitores”. Ciertamente el acúmulo de embriones sobrantes de haberse aplicado esta ley hubiera reducido sensiblemente el número de embriones sobrantes ya que la ley en principio obliga a la transferencia de los tres y así asegurar en mayor tanto por ciento el éxito de las diversas técnicas.

Esta ley modificada en el 2005, supone de nuevo un desprecio por la vida humana naciente al poder fecundar sin límite alguno los ovocitos de los que se disponga.

Los cálculos más prudentes aseguran que en la actualidad en nuestro país hay más de doscientos mil embriones sobrantes congelados. ¿Qué futuro tienen? Desde un punto de vista científico tres opciones de barajan

  • implantarlos;
  • destruirlos
  • dejarlos morir.

Implantarlos; Una solución teóricamente factible. Existen casos de personas heroicas que razonan a modo de una adopción ciertamente particular. No han nacido; si no se les acoge, morirán indefectiblemente. La otra elección es la muerte segura. Algunos autores no ven reparos a efectuar un implante a modo de particular adopción.La reflexión eclesial no se ha pronunciado en torno al tema. Independientemente que el nacimiento de la vida requiera un medio concreto, este bondadoso modo de actuación en sí mismo requiere un prudente discernimiento a la hora de llevarse a cabo.

Aniquilación: es lo que sucede en la inmensa mayoría de los embriones sobrantes ya que son “materiales” ofrecidos por las clínicas de fecundación a los laboratorios a cambios de dinero.

Dejarlos morir: ciertamente la esencial diferencia entre matar y dejar morir no debe tranquilizar a los que desean promover la vida humana y su dignidad. Dejamos morir al paciente moribundo y desahuciado y por humanidad y caridad no le sometemos al encarnizamiento terapéutico. La acción última es la misma , dejar morir en paz, pero las circunstancias en uno y en el otro caso no son ni de lejos comparable.

El verdadero plan de acción no es qué hacer con los embriones sobrantes, sino el plantearse el porqué de su existencia. Lo ideal y posible es que no existieran aunque ciertamente la menos agresiva y digna de las opciones es dejarlos morir. Así se expresaba recientemente un prestigioso bioético español: “ que existan decenas de miles  embriones sobrantes o abandonados constituye, juzgadas las cosas desde el punto de vista deontológico, un error lamentable que ha de apelar necesariamente a la conciencia social y, particularmente, a la responsabilidad profesional de los médicos que trabajan en reproducción humana asistida.

La grave cuestión de qué destino dar al masivo número de embriones humanos sobrantes no tiene respuestas que sean a la vez éticas y practicables.

Es lógico, pues que se trata de un problema que se sale del campo de la humanidad y compasión en el que vive y respira la ética profesional de la medicina” (Investigación sobre embriones congelados y deontología médica, en AAVV., El destino de los embriones congelados, 80).

Sólo tratando el problema de fondo, la actual coyuntura será capaz de dar una solución acertada frente a un problema que lejos de solucionarse cada día se agiganta por intereses varios que lesionan en el fondo el derecho fundamental de una persona que es el poder nacer y el vivir.

Bibliografía

Pontificio Consejo para al Familia, Lexicón, Madrid  2004

E. Sgreccia, Manual de Bioética, México 1999

Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum Vitae

AAVV., El destino de los embriones congelados, Madrid, 2003

AAVV., El embrión, Cuadernos de Bioética, 13 (2003) 19-106