Fecundación artificial

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Las cifras de esterilidad y de infertilidad, a nivel global, oscilan entre el 15 y el 20% en las parejas estables. Si bien las causas pueden ser muy variadas, a un buen número de estas parejas le es posible tener hijos mediante asistencia sanitaria.

Un primer paso necesario para lograr la maternidad-paternidad es buscar el diagnóstico de la esterilidad, aunque se sabe de antemano que un 20% de las parejas suele presentar esterilidad idiopática, esto es, sin causa conocida. En todo caso, como los orígenes de la esterilidad pueden ser muy distintos, también son diversas las soluciones que se pueden utilizar para remediarla.

Se pueden agrupar en dos tipos de acciones: las que buscan curar las posibles causas –clínicas, psicológicas, quirúrgicas–, de la esterilidad –, y las que procuran obviar la causa de esa esterilidad imitando lo que hace la concepción natural –técnicas de reproducción asistida: TRA–. La expresión global “fecundación artificial” es la que agrupa a este segundo conjunto de medidas.

Conviene advertir que la fecundación artificial no es una terapia para curar la esterilidad, sino para alcanzar la fecundación facilitando o imitando lo que sería la fecundación natural. Ahora bien, no es lo mismo facilitar que imitar. En el primer caso, los causantes de la fecundación son la misma pareja, que es ayudada a que su acto de amor llegue también al término de la fecundación. En cambio, cuando estamos ante una técnica que sustituye al acto de amor en la concepción, entonces la fecundación ya no está relacionada con un acto de amor conyugal, sino con una manipulación técnica llevada a cabo. En este último caso, podemos encontrarnos con médicos que se refieran a una gran cantidad de personas como a “hijos suyos”, en la medida en que estos médicos realizaron la fecundación en un laboratorio.

Este doble objetivo que se puede plantear la fecundación artificial –facilitar o sustituir–, hace que el concepto fecundación artificial sea poco preciso para poder elaborar un juicio ético. Habrá que estudiar cómo se lleva a cabo cada una de las técnicas –IA, GIFT, FIV, ICSI– para poder examinar los diversos aspectos que pueden influir en su valoración ética.

En cualquier caso, son dos los aspectos generales que condicionan de entrada el juicio ético posterior. En primer lugar, hay que tener en cuenta el lugar de la concepción. Si la técnica es extracorpórea, es decir, si la concepción se lleva a cabo en el laboratorio y después se introduce el embrión dentro de la madre, este es fruto de un acto técnico y no de un acto de amor conyugal.

Además, si alguno de los gametos no proviene de la pareja –lo que se llama fecundación “heteróloga”, frente a la “homóloga”, en la que ambos gametos provienen del matrimonio–, nos encontramos con que se ha roto el vínculo biológico que une a padres e hijos naturales; y que, además, los esposos son padres, no como fruto de su amor conyugal, sino del deseo de paternidad. En ambos casos podemos hablar de una falta de respeto al modo en que se relacionan padres e hijos, o bien de una falta de respeto a la dignidad del ser humano en el acto de ser concebido.

Después de tener en cuenta estos aspectos, que orientan ya el juicio que se pueda emitir, habrá que descender a la valoración específica de cada una de las TRA para valorar su incidencia en el proceso natural de la fecundación y en el mantenimiento de las relaciones éticas entre esposos y entre padres e hijos.


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