Pastoral de la salud

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Definición

Pastoral sanitaria, pastoral de enfermos, pastoral de la salud, son algunos de los términos que se han empleado para designar esta importante tarea “pastoral” de la Iglesia para la atención de todos los que sufren o padecen el desgarro de la enfermedad. Se puede definir como la acción pastoral (evangelizadora y sacramental; también humanizadora) de toda la comunidad cristiana con sus miembros enfermos.

En cada uno de esos términos, que se han empleado sucesivamente a lo largo del tiempo, está siempre presente la dimensión “pastoral”, a la que se añade la calificación correspondiente: sanitaria, de los enfermos o, por elevación, de la salud, como vocablo omniabarcante de todos los destinatarios de esta tarea. La elección del término parece adecuada pues lo que se pretende “pastorear” es el ámbito de la salud/ enfermedad, que es tanto como decir cualquier quebranto de la persona en su anhelo de “salud física, psíquica o social”, según la conocida definición de la OMS. De hecho, salud, enfermedad, sufrimiento y muerte ponen frecuentemente al descubierto la verdad del hombre, sus valores y contravalores, sus esperanzas y fracasos, su fe o su falta de fe; y ahí estará presente la acción sanante de la Iglesia.

Notas fundamentales

La Pastoral de la Salud quiere ser la respuesta del Evangelio, entendido como Buena Noticia de la Salud, que presenta a Jesucristo como Salud/Salvación de Dios para los hombres. Su tarea se puede resumir en testimoniar a Dios, revelado en Jesucristo[1] y su contenido se encuentra en Lucas 4,18 (“El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a pregonar a los cautivos la liberación y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a promulgar un año de gracia de parte del Señor”) y viene explicitado en la constante actividad de Jesús con los enfermos[2].

Comprende tres cauces fundamentales, que podrían resumirse así:

  1. Evangelización o iluminación cristiana del sufrimiento.
  2. Sacramentalización.
  3. Ejercicio de la caridad (que supone también la tarea de humanización).

Evangelización: ofrecer un sentido cristiano de la salud, de la enfermedad y del dolor, del curar, del morir, etc., a todas aquellas personas que pasan por esas realidades humanas (tarde o temprano, todos pasamos por ellas).

Acción litúrgica y sacramental: acoger y celebrar la asistencia de Dios mediante la oración, la liturgia y los sacramentos, que son encuentros sanadores con Jesucristo en el seno de la comunidad cristiana.

Humanización y acción caritativa: testimoniar la asistencia divina mediante  el ministerio de la misericordia corporal y espiritual, y el ejercicio de la hermandad de Cristo, presente en los enfermos y en sus cuidadores (médicos, enfermeras, auxiliares, etc.). De paso, se colabora eficazmente en la necesaria humanización de todas las tareas sanitarias[3].

Cristo, Buen Pastor. Al presentarse como Buen Pastor[4], Jesús reivindica para sí la figura de los pastores de Israel que Yawéh había prometido en los oráculos proféticos del Antiguo Testamento[5][6]. Cristo cumple esa tarea aliviando a los fatigados y abatidos (“Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados...”, Mt 11,28), curando a los enfermos (son inmumerables los relatos de curación narrados en los evangelios), ofreciendo “vida y vida en abundancia”, haciendo de buen samaritano con aquel que lo necesita[7], hasta llegar a entregar la propia vida por sus ovejas[8].

En el ejemplo de Jesucristo, la Iglesia encuentra el camino para seguir desarrollando esa tarea convirtiéndose así en “comunidad sanadora”: “La Iglesia ha mostrado siempre el más vivo interés hacia los que sufren, con lo que no hace otra cosa que seguir el ejemplo de su Fundador y Maestro. Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. Pasó haciendo el bien y curando (Hech 10, 38) y ese obrar suyo se dirigía ante todo a los enfermos”[9].

Historia

En los primeros siglos del cristianismo se encuentra muy presente esta actividad específica y los enfermos ocupan un lugar preferente en la solicitud de los obispos. Baste un ejemplo tomado de la Carta de S. Policarpo, obispo de Esmirna, en el s. II: “Los presbíteros han de tener entrañas de misericordia, ser compasivos para con todos..., visitando a  todos los enfermos, no descuidándose de atender a la viuda, al huérfano, al pobre[10].

El mismo principio aparece en otro interesante texto: “Conviene a los hermanos en Cristo, y es cosa para ellos justa y decorosa, visitar a los que están atormendados por espíritus malos, y orar, y conjurarlos empleando preces que sean aceptables ante Dios, pero no palabras espléndidas, compuestas con mucho estudio y preparadas a fin de aparecer ante los hombres como elocuentes y de feliz memoria. Así pues, oren santamente y pidan a Dios con fervor y con toda sobriedad... De este modo hemos de acercarnos al hermano o hermana enfermos, visitémosles de la manera que conviene hacerlo: sin engaño, sin amor al dinero y sin alboroto... como hombres que recibieron del Señor el carisma de sanar. Cosa hermosa es  ayudar a los enfermos[11].

A partir del siglo IV, con la paz de Constantino, se extiende y amplía esta tarea mediante la figura del “hospital”, que se muestra desde el principio como institución de cuño cristiano (el primero es el creado por San Basilio de Cesarea, hacia el año 370). Luego, con los monasterios de benedictinos y en las diversas rutas de peregrinos (a Jerusalén, Roma o Santiago) aparecen las llamadas “enfermerías” u hospitales, como lugares de acogida de enfermos, también ligados, como se ve, a las estructuras eclesiásticas.

En la Edad Moderna, cuando los poderes públicos asumen como propias las tareas asistenciales, surgen figuras como san Juan de Dios, san Camilo de Lelis o san Vicente de Paúl, por citar a los más representativos, que suponen una notable revolución en el modo de tratar a los enfermos, al hacer de la caridad (acogida, buen trato, servicio generoso, etc.) el distintivo de la atención. Así lo resumía Juan Pablo II: “En el correr de los siglos, la Iglesia ha sido muy sensible al ministerio para con los enfermos y los que sufren, como parte integrante de su misión, y no solo ha favorecido entre los cristianos la floración de diversas obras de misericordia, sino que ha hecho surgir de su seno muchas instituciones religiosas con la finalidad específica de promover, organizar, perfeccionar y extender la asistencia a los enfermos y a los débiles[12].

A mediados del s. XX, la Pastoral de la Salud se formula como materia específica dentro del campo de la Teología pastoral. Su ámbito corresponde a todos los enfermos, hospitalizados o en sus domicilios, y quiere llegar también -para ser realmente eficaz- a todos sus cuidadores (médicos, enfermero/as, auxilia res, etc.) del mundo sanitario.

En 1985, el Papa Juan Pablo II crea la Comisión Pontificia para la Pastoral de los Agentes Sanitarios (luego trasformada en Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud[13]) y en 1992 instauró para toda la Iglesia la Jornada Mundial del Enfermo[14]. Estas iniciativas han ido poco a poco calando en las iglesias locales, dando a la Pastoral de la Salud una fisonomía característica. Cauce y expresión de esas tareas lo constituye, desde 1985, la revista Dolentium homi num[15], que se edita en el Vaticano, en cuatro idiomas (italiano, inglés, francés y castellano), así como las Conferencias internacionales que empiezan a celebrarse en el Vaticano desde 1986 y que abordan, de manera interdisciplinar y al más alto nivel científico, los retos pastorales que la Bioética plantea al Magisterio de la Iglesia (sida, depresión, cáncer, cuidados paliativos, drogadicción, alcoholismo, etc.).

En España, la Conferencia Episcopal, con el fin de impulsar la tarea pastoral con los enfermos, crea en 1972 el Secretariado Nacional de Pastoral Sanitaria (actualmente Departamento de Pastoral de la Salud[16]), que desarrolla una importante labor de concientización (entre capellanes de hospitales, religiosos/as, laicos comprometidos, voluntariado, etc.) y se convierte en pionero en la materia (en 1985 empieza la celebración del “Día del Enfermo”, que luego se hace universal). También promueve la regulación de la asistencia religiosa en los hospitales públicos, que se plasma en el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español de 1985[17] Punto de partida del  acuerdo es que la atención espiritual de los enfermos es un derecho, una necesidad y un deber (de todos los que asisten al enfermo y no solo del sacerdote).

Destinatarios de la pastoral de la salud

Son destinatarios tanto los enfermos y sus familias como los que cuidan de los enfermos, es decir, todo el personal sanitario.

Destinatarios principales son los enfermos católicos y sus familias, a los que se trata de ayudar a vivir el sentido cristiano de la enfermedad, la curación, el sufrimiento o la muerte desde la fe, y de asesorar en los problemas éticos.

También los demás enfermos que libre y espontáneamente solicitan ayuda, a los que ofrece una presencia respetuosa, amiga y fraternal.

Son también destinatarios todos los profesionales sanitarios, especialmente católicos, así como las instituciones sanitarias, colaborando con ellos en la atención integral de los enfermos y en la tarea humanizadora[18].

Agentes de la pastoral de la salud

Todos los miembros de la Iglesia participan de su misión, si bien cada uno ha de realizarla en función del carisma recibido y del ministerio que la Iglesia le ha encomendado, pero siempre en corresponsabilidad con todos los demás para así hacer trasparente el verdadero ser de la Iglesia[19]. En general, agente de la pastoral de la salud es la Iglesia entera: el obispo, los presbíteros, los religiosos/as, los profesionales laicos, el voluntariado. En concreto, son agentes de esta pastoral los párrocos en su circunscripción y en el hospital los capellanes, religiosos/as, laicos. Interesantes resultan las figuras de los/as visitadores de enfermos en sus hogares y la de la “persona idónea” o “asistente religioso”, según el acuerdo Gobierno Español-Iglesia Católica sobre la Asistencia Religiosa en los centros hospitalarios públicos antes citado.

Texto de referencia

  • Monge Sánchez, Miguel Ángel (Mayo 2012). «Voz:Diagnóstico prenatal». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2 edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Otras voces

Bibliografía

Referencias

  1. Pablo VI (8 de diciembre del año 1975). ["EVANGELII NUNTIANDI" "EVANGELII NUNTIANDI"] |url= incorrecta (ayuda). Roma: Vaticana. Consultado el 19 de mayo de 2020. 
  2. Lc 7, 22; Mc 7, 37; Mt 8, 5 13; Lc 34, 13-35; Jn 9, 1-40, etc.
  3. Conde Herranz, Jesús (2005). «Introducción a la Pastoral de la Salud». Universidad de Navarra (Madrid). ISBN 84-285-2611-7. 
  4. cfr. Jn 10,11-18
  5. «Antiguo testamento». 
  6. cfr. Jer 3,15
  7. cfr. Lc 10, 25-37
  8. cfr. Mt 26,2; Mc 14,21, etc.
  9. Juan Pablo II (11 de febrero de 1985). DOLENTIUM HOMINUM. Roma: Vaticana. Consultado el 19 de mayo de 2020. 
  10. Carta de Policaro, VI
  11. Primera Carta de San Clemente Romano a las Vírgenes, XII,2.4.6: en realidad, la carta no es suya, data del s. III, pero en cualquier caso mantiene gran valor testimonial
  12. Juan Pablo II (30 de diciembre de 1988). CHRISTIFIDELES LAICI. Roma: Vaticana. Consultado el 19 de mayo de 2020. 
  13. «Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios (para la Pastoral de la Salud)». 
  14. «Mensajes para la Jornada Mundial del Enfermo». 
  15. «Revista Dolentium Hominum». 
  16. «Secretariado de pastoral de la salud». 
  17. Comisión Episcopal de Pastoral de la CEE (1987). La asistencia religiosa en el hospital. Madrid. p. 44-144. 
  18. CEE, Comisión Ep. de Pastoral (1987). La asistencia religiosa en el hospital. p. 44-49. 
  19. Comisión Ep. de Pastoral, o.c., n. 145