Evolución humana

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Concepto

La historia del mundo natural tuvo origen en el momento preciso en que arranca el tiempo; un “antes” no existe, porque no había tiempo. Y la historia posiblemente comenzó de la forma que describe la explicación científica conocida como Big bang.[1]

El término “evolución humana” se refiere a la historia del hombre enmarcada dentro del conjunto de la vida y la del planeta. De una forma especial hay que hablar de la relación con los animales.

En el origen de cualquier especie están siempre los cambios que aparecen en el genoma. Después, y con mayor o menor intensidad, se pueden seleccionar dentro de una población algunos individuos, por el hecho de que sean portadores de pequeñas variaciones genéticas que les supongan poseer unos caracteres por los que se adaptan mejor al entorno que los que no los tienen. Estos individuos se reproducen más que los que no tienen esa característica. De esta forma, los cambios del entorno ponen a prueba lo aparecido mediante este mecanismo conocido como “selección natural”: mejora y optimiza las funciones naturales al paso que elimina de la historia evolutiva a los individuos menos aptos, a base de que éstos dejen, de hecho, menos descendientes.

Algunos puntos expeciales:

  • La especie humana ha tenido su origen biológico en unos cambios genéticos, como el resto de las especies. Sin embargo, esos cambios son tan peculiares que dan lugar a un organismo tan especial como es el cuerpo humano. Un cuerpo que es inexplicable e impensable desde la mera biología porque no está especializado para vivir en un entorno; no tiene caracteres que le especialicen a un nicho ecológico. Además, la estirpe humana tuvo, tiene, y parece seguir teniendo, el futuro evolutivo conducido, no por el medio en que vive la especie, sino por la técnica que inventa, el arte del trabajo, la comunicación interpersonal, y un largo añadido. Un plus: cada uno de los hombres posee plus de realidad que le pertenece e él y no a la especie en general.
  • Evolución cultural. Así, una vez aparecidos los primeros hombres, la selección natural ha jugado un papel muy secundario; prácticamente nulo en la historia de la humanidad. Desde que aparece el primer hombre la historia ha consistido en una evolución cultural. Por ese plus humano, cuyas manifestaciones podemos englobar con el término cultura, el hombre se hace capaz de manipular el entorno y adaptarlo a las formas de vivir que elige, y no al revés, que es lo natural para los individuos del resto de las especies. Los miembros de la estirpe humana eligen su forma de vida en los límites abiertos y amplios de su relación con los demás seres, sin quedar atrapados en la estrechez de un nicho ecológico[2].
  • Indivíduo y especie. Cada ser humano es una novedad radical y cada uno tiene su propia biografía dentro de la historia de la humanidad. Cada hombre es novedad y no sólo la especie. Cada uno tiene su propia historia.

Animales y hombre

El distinto modo de ser del hombre y de los animales es puesto de relieve por los paleoantropólogos, que concuerdan en la temprana diferenciación desde nuestros ancestros y que se acentúa con la aparición de homo sapiens[3].

La simple observación empírica muestra un salto cualitativo en la naturaleza o modo de ser del hombre moderno que abre un abismo entre éste y los animales que se conocen.

Contar los orígenes y la historia de la humanidad exige entender cómo la información contenida en el genoma humano se expresa y da lugar a un cuerpo, con un cerebro tan peculiar, que el titular de tal cuerpo está, de suyo, liberado del encierro en el automatismo de los procesos biológicos que ocurren en el cerebro. Tal liberación no es comportamiento azaroso sino autodeterminación. La determinación por parte del yo es precisamente lo que distingue una acción libre de otra que surge por mero azar, o de las que surgen por coacción externa.

Las acciones y facultades humanas no están determinadas “sólo” por las leyes de la dinámica neurológica, como en los animales, sino que cada uno decide y se decide. Se decide quiere decir que es el viviente humano, el titular de ese cuerpo humano concreto, el yo, el que es libre. Libertad que se manifiesta en las capacidades cognitivas y en la conducta y que lleva, obviamente, asociada la responsabilidad. La vida es tarea para cada ser humano, a diferencia de cualquier otro viviente, al que la vida le viene dada y resuelta en su biología[2].

Este salto cualitativo es el que permite al hombre no sólo saber, sino valorar lo que sabe, transmitir conocimiento abstracto y aprender de los demás, realizar proyectos de vida –a largo plazo- y ejecutarlos, elegir entre las opciones de obrar valorando las consecuencias, sacrificarse por los demás sin hacerlo de modo instintivo, distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, plantearse la existencia de un más allá, etc[4].

La estructuración cerebral, y la dinámica del flujo de información por los circuitos neuronales humanos, han adquirido una complejidad sorprendente desde un genoma con ligeros cambios respecto a sus antecesores primates. De esto es de lo que hay que dar explicación desde las ciencias[2].

¿Cómo se produjo el salto que distanció al hombre de los animales?

Desde el punto de vista científico no es imposible explicar, que una especie pueda tener un origen monogenista; es decir, que todos los individuos que la componen procedan de una única pareja.[5]

Entre los elaboradores de la Teoría de la Evolución ya hubo diferencias en esta explicación. Wallace rechazó que todas estas capacidades propiamente humanas pudieran aparecer por simple evolución de la materia y descartó que un cambio tan espectacular fuera resultado de una lenta evolución gradual, apuntando a una causa sobrenatural. Darwin, sin embargo, sostuvo que eran resultado de un simple y largo proceso evolutivo, hipótesis compartida por los seguidores que descartan saltos cualitativos en la naturaleza humana por causas externas.[3]

Los seguidores del evolucionismo materialista apuestan por la simple evolución gradual de la materia como causa de ese salto y descartan cualquier posible causa externa, pero no pueden justificar científicamente por qué el cambio se aprecia en el humano moderno y no en sus ancestros, y mucho menos en los animales[6].

Otros plantean que no puede afirmarse que los hombres emerjan de los primates en el mismo sentido que una especie animal da paso a otra. Lo específico humano es de cada uno de los hombres, no de la especie en general. Ese plus de realidad del ser personal no emerge de la configuración de los materiales con la forma de cuerpo humano. Si se admite una procedencia en ese mismo sentido, se tendrá que explicar cual es la propiedad biológica que explica la apertura libre, intelectual y amorosa de los seres humanos a otros seres; y por qué si estas propiedades biológicas son compartidas por otros animales y por el hombre, la vida del hombre es tarea (una generalizada definición de persona es precisamente “el ser cuyo ser consiste en tener que hacerse) y la de los animales le viene dada por al biología.

La biología actual, con la secuenciación del genoma humano y la comparación de los datos con los del genoma del chimpancé, muestra la profunda coherencia lógica del proceso de hominización. La información genética humana -cuantitativamente pobre, pero permanentemente amplificable y regulable por la información que procede de la capacidad de apertura al mundo y a los demás-, predispone la generación de un tipo de programa de desarrollo, de un principio vital unitario, que es “más”.[1]

Sin salirse de la biología humana, que no es reducible a zoología, es coherente la afirmación de lo siguiente: el hombre se diferencia radicalmente del resto de los vivientes por la potencia del principio vital unitario propio de cada hombre. Efectivamente, el organismo que resulta de la eficiencia de la emisión del mensaje genético de cada hombre es un cuerpo humano, que es muy peculiar biológicamente: no especializado para una concreta forma de vida y sobre todo biológicamente desasistido y desnudo. Esta eficiencia peculiar del principio vital de cada hombre capaz de construir un cuerpo humano pone de manifiesto, muestra, su peculiar textura. Sólo si ese principio vital está potenciado con libertad, el cuerpo que resulta no está enclaustrado en el mero vivir animal.[1]

La persona humana no se reduce al código genético, por ello la Antropología no se reduce a la Biología. Por lo mismo, el origen de los primeros seres humanos, de la especie humana, como de cada uno de los hombres engendrados a lo largo de las generaciones está en ese comodín de ser, libertad, que eleva a la condición personal al viviente que recibe la vida humana de padres humanos. La explicación de la aparición del ser humano no tiene un relato sólo desde la Biología, sino que debe intervenir también la Antropología, la Filosofía, otras ciencias humanas, e incluso la Teología[2].

Características morfológicas diferenciales humanas

Los fósiles de Australopithecus y de los primeros Homo (los Homo habilis) permite rastrear la aparición de los caracteres biológicos específicos de la especie humana a lo largo de los últimos 4 millones de años, ya que de alguna forma están incoados en los Australopithecus.

El cambio anatómico de mayores consecuencias ha sido la adquisición de la postura erguida y la posibilidad con la bipedalidad, de tener las manos libres. El cráneo balancea sobre la columna vertebral, alejado del suelo, lo que condiciona el desarrollo de un cerebro en que adquiere importancia el sentido de la vista, al tiempo que deja de tenerla el sentido del olfato.
Las piernas crecen con relación al tronco y las extremidades superiores. El pie se estructura de manera que ayuda a controlar el equilibrio y lanzar la pierna hacia adelante. Las posiciones de brazos y piernas y la estructura de manos y pies le liberan de una necesaria adaptación a la vida en los árboles, al mismo tiempo que le convierte en un corredor capaz de transportar objetos mientras camina o corre.
En el hombre las manos quedan liberadas de las funciones motoras y son el correlato de la inteligencia. Las proporciones de la mano humana la convierte en presupuesto: para la fabricación de útiles complejos: para usos de proyección futura, y no por estricta necesidad inmediata, sino incluso para facilitar la expresión artística.
El proceso del parto ha competido con la marcha bípeda. La solución a la competencia entre la marcha bípeda y el aumento del tamaño del cráneo se ha resuelto con la única solución posible: un acortamiento del tiempo de gestación. El recién nacido humano es siempre "prematuro e inmaduro", tanto por este parto necesariamente adelantado, como porque con el aumento de la superficie craneal del neocortex se retrasa la diferenciación de las neuronas; así nace "obligado" a una gran dependencia materna y un largo aprendizaje familiar. El parto humano prematuro es el correlato del cerebro humano enormemente plástico hasta el punto de no estar terminado hasta pasado tiempo tras el nacimiento.
El cambio del aparato fonador permite emitir y modular sonidos. En todos los mamíferos, incluido Australopithecus, la laringe ocupa una posición más alta que la faringe y se sitúa casi en la salida de la cavidad bucal. La laringe alberga las cuerdas vocales que al abrirse y cerrarse al paso del aire produce el sonido base; encima de la faringe queda una cámara de resonancia que modula el tono y permite vocalizar y ayuda el movimiento de la lengua, labios y el paladar blando. Las estructuras morfológicas de la voz humana son el correlato de capacidad de lenguaje, que necesita procesar información cerebral.
Las proporciones craneales desde el Astrolepithecus al Homo sapiens también cambiaron; la mayor protuberancia del cerebelo, expresa la importancia que reviste el control del cuerpo a causa de la postura erecta; es un regulador de precisión para todos los movimientos, sobre todo para el equilibrio. El cráneo facial se reduce en aras del cráneo cerebral. El tamaño debió pasar "el rubicón" de los 750 centímetros cúbicos y sobre todo aumentó más la corteza cerebral.

¿Cómo se manifiestan las facultades específicamente humanas?[1]

Se trata de conocer qué información genética y epigenética causan la estructura orgánica peculiar humana.

El cerebro humano es peculiar y su peculiar dinamismo es presupuesto necesario para la manifestación de la peculiaridad humana de ser inteligente y libre, hacer juicios, etc. Lo peculiar de los procesos cerebrales humanos que sólo él manifiesta (y que tienen como presupuesto necesario un cerebro sin alteraciones ni lesiones) es no estar determinados en el espacio y el tiempo.

  • Inteligencia y libre voluntad. Sólo el hombre resuelve problemas y sobrevive. Conoce la realidad como algo objetivo e independiente de sus necesidades biológicas; es decir, abstrae. La abstracción consiste en liberarse de lo meramente sensitivo: captar lo común y al mismo tiempo las diferencias de las propiedades específicas de los objetos.
  • La inteligencia requiere una memoria peculiar, una memoria con sentido temporal. Si no pudiera utilizar lo anterior no podría ordenar el porvenir. En lo esencial la memoria humana es muy diferente de la de los animales; para ellos el recuerdo está ligado a una experiencia directa y sólo pueden recordar lo que ha sido codificado en el cerebro a través de los sentidos.
  • La organización sensorial del cerebro de los hombres es peculiar, en cuanto supone que los diversos sentidos abren a diversas dimensiones de la realidad, a pesar de que haya unidad del acto perceptivo.
  • El lenguaje. El lenguaje tiene una función de descarga; al designar cosas con palabras, o signos, quedamos liberados de tener presentes las correspondientes estructuras perceptivas.
  • Emoción. Los primates pueden diferenciar o discriminar objetos de su entorno y asignarles un significado y reaccionar ante ellos. El lenguaje emocional es el más primitivo: utiliza el cuerpo como vehículo de expresión. Es muy rápido. Las expresiones de agresividad, tristeza o placer comunican al otro no sólo un estado, sino que alertan e indican rápidamente como comunicarse con él.
  • Reflexión. La relación lógica expresada por el "si… entonces" en el sistema de comunicación animal es distinta de la expresada por un "porqué". En el primer caso, basta con conocer que de un estado de cosas se sigue otro, pero no la causa por la que se sigue.
  • Pensamiento y autoconciencia. Los monos poseen un concepto primitivo de su identidad, como muestran los experimentos en que se les pintó en la cara una mancha y fueron capaces de reconocer en el espejo la pintura “en su frente”. Pero de esta clase de conceptos sólo disponen en presencia del objeto correspondiente. El pensamiento puede representarse on line y es lo que se denomina “conceptos de primer orden”.
  • Juicio. La realización personal está pautada por una escala de valores que tiene como patrón básico la autoestima en sentido profundo: la concordancia de las propias acciones con unas normas éticas universales por las que se enjuicia a sí mismo en cuanto hombre.
  • El sentido religioso no es posible erradicar de la naturaleza humana. Es la visión del mundo a través de la percepción de lo religioso. Son las creencias las que aportan las energías vitales por las que alcanza cotas cada vez mayores de conocimiento y donación.

El diseño inteligente se opone a la selección natural

En las últimas décadas el creacionismo ha recibido un nuevo ropaje de apariencia científica, dando paso a la teoría del “diseño inteligente”, según la cual el diseño universal, las leyes cósmicas, son tan precisas, perfectas y puntuales que prácticamente resulta imposible que se hubiera formado todo lo existente por puro azar o casualidad. Esta corriente se resume en la pregunta ¿para qué tanta precisión para algo sin propósito ni finalidad?. Algunos científicos actuales, con los datos de la física, la cosmología, la biología o las matemáticas argumentan que lo más lógico es deducir que tuvo que haber un Alguien, un Diseñador Inefable del Universo detrás de toda esta inmensa realidad, que bosquejó de una manera tan inteligente su gran obra, que incluso contempló en el diseño la posibilidad de que después de miles de millones de años apareciese la vida y que de esa vida surgiera la vida inteligente, consciente de sí misma y capaz de conocer el Universo.[7]

Del origen del Universo al Homo sapiens

La especie humana ha tenido su origen biológico en distintos cambios genéticos, como el resto de las especies.[1]

Linneo, en el s. XVIII, al clasificar a los seres vivos en su “Sistema Naturae”, los agrupó en categorías jerárquicas que indicaban proximidad familiar; en este sentido, es de resaltar que a los seres humanos, con el nombre de Homo sapiens, los clasificase junto al resto de los simios como animales del grupo de los Primates. Una intuición que en esa misma época comparte con Buffón, quien llega a establecer líneas genealógicas en las que se siente tentado de incluir al hombre como si fuera un animal más. Estas ideas tomaron cuerpo de doctrina a lo largo del s. XIX con las aportaciones de Lamarck, Wallace, Darwin, y otros, aunque para la mayoría de la gente se atribuya el mérito a este último autor citado. Y aunque las causas de la evolución, o de la transformación, de unos organismos en otros no están claras todavía, sí es posible afirmar el origen común del hombre, en cuanto a ser material, con los animales, como ha demostrado recientemente el Proyecto Genoma[8]. El hecho de que la materia viva, además, y como se ha visto más arriba, sea común a la del resto del Universo, también permite afirmar el origen común para todo.

Ese origen común de todo, el primer instante (el tiempo cero) del Universo, según los datos mejor comprobados (en ciencia ninguna teoría es definitiva), fue una “gran explosión de luz y calor”, el Big Bang, de toda la materia-energía existente hoy, (la materia-energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma) que es la que existió también en ese momento, concentrada en un solo “punto” (el punto por definición no tiene dimensiones espaciales) situado en ninguna parte, porque hasta entonces no existía nada (¡tan fácil de decir! y, ¿cómo explicarlo?, ¿cómo concebir este acto de fe científico del “todo explotando en la nada”?). La ciencia no entra en ello, no puede, se limita a contar lo que ocurrió tras la “explosión” (una vez que nacieron el tiempo y el espacio), y dice que los primeros componentes materiales que aparecieron fueron los quarks, formadores de núcleos atómicos. Y que la actuación de las cuatro fuerzas que caracterizan el Universo (nuclear fuerte y débil, electromagnética y gravitatoria) a medida que la temperatura iba descendiendo y el espacio-tiempo aumentando, hicieron posible la formación de átomos (hidrógeno y helio) y de galaxias, que ellas fueron el motor que condujo al Universo que se conoce, y que cualquier pequeñísima alteración en cualquiera de ellas hubiera conducido a un universo diferente, casi con toda seguridad ausente de vida: No existiría el hombre.

Una vez que se formaron las galaxias, la materia del Universo quedó prácticamente recluida en ellas formando una especie de “islas” que dejaban grandes espacios vacíos y oscuros a su alrededor: el espacio intergaláctico en continua expansión. En estos gigantescos y masivos cuerpos celestes, las galaxias, tienen lugar, desde que se formaron, los demás procesos evolutivos (entre ellos la aparición de la vida): formación de estrellas en sucesivas generaciones, formación de átomos pesados, formación de moléculas, formación de materia orgánica.

Otras voces

Texto de Referencia

  • Encinas Guzman, Maria del Rosario (Mayo 2012). «Voz:Evolución humana». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2 edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Bibliografía

  • Agustí, Jordi (1996). La lógica de las extinciones. Barcelona: Tusquets Editores S.A. p. 232. ISBN 8472239454. 
  • Maynard Smith, John; Szathmary, Eors (2001). Ocho hitos de la Evolución. Del origen de la vida a la aparición del lenguaje. Barcelona: Tusquets Editores, S.A. ISBN 8483107414. 
  • Margulis, Lynn (1996). Microcosmos. Cuatro mil millones de años de evolución desde nuestros ancestros microbianos. Barcelona: Tusquets. p. 328. ISBN 8483834553. 
  • Mora, Francisco (2001). El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Madrid: Alianza ensayo. p. 320. ISBN 842064871X. 

Referencia

  1. 1,0 1,1 1,2 1,3 1,4 Natalia, López Moratalla (10 de febrero de 2013). «Seis cuestiones acerca de la Evolución Humana». Bioeticaweb. Consultado el 3 de junio de 2020. 
  2. 2,0 2,1 2,2 2,3 López Moratalla, Natalia (2013). «Seis cuestiones acerca de la Evolución Humana». Consultado el 3 junio 2020. 
  3. 3,0 3,1 Megías Quiros, José Justo (2020). «Ser humano y animales: estatuto ontológico y jurídico diferentes». Cuadernos de Bioética 31 (101): 59-70. doi:10.30444/CB.52. Consultado el 2 junio 2020. 
  4. Para una relación exhaustiva de lo que nos distancia de los primates Diez Fernández-Lomana, J.C.; Rodríguez Marcos, J.A. (2009). Las raíces de nuestra historia. De Atapuerca al Neolítico. Cajacírculo. p. 23. ISBN 978-8489805293. 
  5. López Moratalla, Natalia (10 de febrero de 2013). Seis cuestiones acerca de la Evolución Humana. BioeticaWeb. Consultado el 8 de junio de 2020. 
  6. Se ha presentado reiteradamente como verdad científica que la superioridad del ser humano guarda relación directa con el mayor volumen cerebral adquirido por las sucesivas especies de homíninos, pero esto sólo sería válido para los primeros cambios: sapiens, con un volumen cerebral (1450 cc) menor que neandertal (1550 cc), alcanzó un desarrollo superior mientras compartieron econicho. Cfr. Gonzalo Sanz, L.M., Enigmas en la evolución. Del hombre animal al hombre racional. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007, 56. Hoy se trabaja en la influencia de genes exclusivos de los humanos con una activación progresiva, como el NOTCH2NL (relacionado con la mayor producción de neuronas durante el proceso embrionario), el SRGAP2C (encargado de la conexión de las neuronas) y otros 33 descubiertos hasta ahora que juegan un papel esencial en la capacidad racional y desarrollo de la inteligencia. Vid. Fiddes, I.T, Lodewijk, G.A., Mooring, M. et. al., “Human-Specific NOTCH2NL Genes Affect Notch Signaling and Cortical Neurogenesis”, Cell 173 (6), 2018, 1356-1369; y Suzuki, I.K., Gacquer, D., Van Heurck, R. et al., “Human-Specific NOTCH2NL Genes Expand Cortical Neurogenesis through Delta/Notch Regulation”, Cell 173 (6), 2018, 1370-1384.
  7. Jouve de la Barrera, Nicolás (25 de noviembre de 2007). Evolucionismo, creacionismo y diseño inteligente. BioeticaWeb. Consultado el 8 de junio de 2020. 
  8. Nature (11 de mayo de 2016). «Breve Historia Del Proyecto Del Genoma Humano». National Human Genome, Research Institute. Consultado el 2 de junio de 2020.