Huelga de hambre

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Definición

La expresión huelga de hambre es una expresión impropia. El DRAE señala que “es la abstinencia total de alimento que se impone a sí misma una persona, mostrando de este modo su decisión de morirse si no consigue lo que pretende”. Conviene distinguir desde el principio entre huelga de ayuno y huelga de hambre. La primera consistiría en no comer durante un tiempo hasta que se comiencen a sentir efectos notables en el organismo.Mientras que la segunda sería lo apuntado arriba, es decir, la privación absoluta de alimento hasta llegar incluso a la muerte si fuera necesario, para ejercer presión sobre los responsables sociales a los que están causando injusticia sobre los derechos humanos.

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Elementos característicos

Podríamos sintetizarlos en cuatro fundamentales:

  1. Está comprometida la vida. Se pone en juego lo más preciado que tenemos que es la vida, porque no se activa otro recurso para que pueda suprimir una injusticia sobre uno mismo o sobre un tercero. Se está dispuesto a morir si no se aseguran unas condiciones de vida diferentes a las poseídas hasta entonces por el huelguista.
  2. El factor tiempo es largo, de tal forma que durante ese periodo existan posibilidades de acuerdo
  3. Oposición y lucha frente contra la autoridad por parte de los huelguistas. A la autoridad se les hace responsable último de la situación de deterioro y de muerte. Otro elemento característico es fomentar la tensión social para que la autoridad reaccione a tiempo
  4. Por último que exista una causa justa donde se atiendan valores y derechos conculcados y que tras muchas presiones se piensan que no van a ser atendidos sin la huelga.

El punto central se encuentra en que se juega con la salud humana, con la vida humana que es el bien más preciado que tiene el hombre. ¿Es lícito ponerlo en juego?¿Hasta qué punto se puede usar de la vida hasta esos extremos? La vida no debe expuesta al libre arbitrio. En el fondo el huelguista no pretende quitarse la vida sino administrar paulatina y prudentemente este bien de la vida para sus reivindicaciones que para él están por encima de su propia vida.

No quiere la muerte, sino simplemente el restablecimiento de la situación injusta. Algunos afirman que entrarían de lleno los principios del doble efecto y de totalidad en orden a la justificación de la huelga, si se cumplen la estructura objetiva de dichos principios.

Como fenómeno social, la huelga de hambre va unida a la masificación de los medios de comunicación social, y por tanto el fenómeno es reciente. Sin embargo señalamos algunos ejemplos acaecidos en la historia para señalar como ha sido esta forma de presión una constante en los pueblos y en las distintas civilizaciones.

La protesta es el denominador común; protesta de S. Malaquías en la Irlanda del siglo XII contra el despotismo real; protesta del Mahatma Gandhi durante numerosas ocasiones hasta alcanzar su país la independencia del Imperio Británico; protesta de A. Sajarov para pedir la libertad en la antigua Unión Soviética; protesta de Bobby Sand que muere en 1981 para protestar contra la política británica en Irlanda del Norte.

Juicio moral

A las preguntas arriba apuntadas se puede añadir: ¿existe algún bien por el que merezca arriesgar la vida para la hipotética conquista, no cierta sino hipotética?.  ¿Pueden las autoridades administrar alimento contra al voluntad del huelguista cuando éste ha perdido la consciencia?. Hay que decir que en la huelga de hambre se ingiere agua. Un organismo humano aguanta poco tiempo, desde luego no 60 días sin agua-.

La respuesta no es fácil y es diversa según los autores. Es difícil admitir que exista algún valor superior a la vida humana. Por eso para algunos, el someterse a la huelga de hambre no deja de ser un suicidio directo dado que la muerte se desencadena por voluntad empeñada en alcanzar un fin propuesto. Otros en cambio señalan un juicio ético positivo si se dieran al menos las dos siguientes condiciones

  1. El bien que se reivindica es justo y además gozar de una amplia difusión social
  2. Que se hayan agotado todos los medios existentes para conseguir la reivindicación.

En la primera de las condiciones se requiere que esa difusión social no sea solo el producto del huelguista, es por tanto necesario la consulta. En el segundo caso siempre es factible hacer más, sensibilizando y llevando al debate público la injusticia de qué se trate.

Otro elemento a valorar en el juicio moral es que la muerte no se presenta bruscamente; hay un tiempo prudencial para examinar si lo pedido es aceptable por parte de la autoridad legítima. Si se cumplen estos requisitos numerosos autores se decantarían por la licitud el procedimiento.

Algunos van más lejos, aduciendo que pueden ser algunas de ellas, actos heroicos, por ejemplo forzar en un estado totalitario la supresión de la pena de muerte, o ante una persecución política por un motivo religioso.Por tanto, para poder hacer un juicio moral hay que conocer el objeto y el fin de la intención por el que se realiza la huelga de hambre. Su naturaleza es la muerte voluntaria y si el fin es justo o no vendrá determinado por los valores que se reivindican. ¿Existe algún bien moral superior a la vida que merezca al muerte?. Algunos tienen un juicio negativo, otros neutro y otros positiva agotados todos los caminos posibles. Ofertar la vida por algo sublime merece la pena.

A todo ello se le añade la existencia de algunos criterios útiles a la hora de emitir un juicio moral. Hay ámbitos y realidades que desde el punto de vista moral no deben usarse para justificar la huelga de hambre, ya que para valorar la huelga de hambre hay que tener en cuenta ante todo el ámbito en dónde se pueda plantear. No puede nunca plantearse desde un punto de vista subjetivo, personal, desde una ideología, o a lo que a uno se le pueda ocurrir como razonable. En concreto no es lícito plantearse en el contexto terrorista, porque no defiende un valor, sino una ideología o un interés personal o de grupo donde no hay una referencia objetiva.

Igualmente es ilícito, usar la huelga en ámbitos para manipular las conciencias, por ejemplo en ideologías, en sectas, al no existir en estos casos la referencia objetiva. Por eso siempre que se emita un juicio acerca de la huelga de hambre hay que tener muy presente el bien de la vida humana y los valores que entran en juego y/o en conflicto. La vida humana es un bien tan singular y preciado que solo debe entregarse cuando con su ofrecimiento hay seguridad cierta de conseguir un bien fundamental para otros y sobre todo se han agotado otras vías para conseguirlo.

La solidaridad para con los otros es un termómetro adecuado y objetivo para ver la rectitud de la intención del agente moral. La solidaridad está atravesada por el servicio y el amor apuestos al egoísmo. Un ejemplo contemporáneo lo encontramos en Gandhi que para evitar la guerra en la India inició una huelga de hambre con la que paró una guerra donde previsiblemente hubieran muerto muchas personas. Con este ejemplo subrayamos que el bien que se pide además de ser justo debe tener una repercusión social. Por último, que se agoten todos los medios y que la muerte nunca se siga de modo inmediato.

El compromiso médico ante la huelga

¿Puede la autoridad legítima ordenar al médico la asistencia al huelguista cuando éste ha perdido la consciencia? Autores disputan. Los que admiten la licitud de la huelga de hambre no considerarán oportuno actuar porque sería contradecir la voluntad del huelguista. Los que defienden que se trata de un acto ilícito defienden que el estado debe velar por el bien de los ciudadanos y que mayor bien que el de la vida. Ante tal variación de opiniones tampoco la legislación internacional ofrece una solución univoca ya que es dispar.

Existen recomendaciones de la Asamblea Médica Mundial. La celebrada en Tokio en 1975 decía: “en el caso de un prisionero que rehúsa alimentos y a quién el médico considera capaz de comprende racionalmente las consecuencias de tal rechazo voluntario de alimentación, no deberá ser alimentado artificialmente. Esta opinión sobre la capacidad del prisionero debiera ser confirmada por lo menos por otro médico ajeno al caso"

El médico deberá explicar al prisionero las consecuencias que su rechazo de alimentos pueda acarrearle” (XXIX Asamblea Médica Mundial, Normas directivas para médicos con respecto a la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, o castigos impuestos sobre personas detenidas o encarceladas, 5. Tokio 1975). Las Asambleas mundiales del 1991 y 1992 ratificaron que en caso de conflicto “el deber del médico de respetar la autonomía del paciente” y la “obligación del médico en beneficio del paciente” se puede solventar conforme a: “el conflicto anterior es aparente cuando una persona en huelga de hambre, que ha dejado instrucciones claras de nos ser resucitado, entra en coma y está a punto de morir.

La obligación moral fuerza al médico a resucitar al paciente, incluso cuando va contra los deseos de éste”. La Asamblea, también prevé que con el fin de respetar la autonomía del paciente, el huelguista pueda elegir otro médico.

La práctica extraída de la experiencia apuesta por la solución apuntada arriba como la correcta, es decir, la asistencia del médico en evitar que el huelguista muera. Un gobierno que aguanta hasta tales límites, los sobrepasa, es decir, no cederá tampoco ante la hipotética muerte.

Bibliografía

F.J. Elizari Basterra, Moralidad de la huelga de hambre, Familia Cristiana 8 (1990), 20-23

M. Vidal, Bioética, Madrid 1989

E. López Azpitarte, Aspectos éticos de la huelga de hambre, Proyección 37 (1990), 147-152.

A.Fernández, Diccionario de Teología Moral, Burgos 2005

M. Cuyás, Nuovo Dizionario di Bioética, S.Leone-S. Privitera (eds), Acireale, 2004