Edición de «Analgésicos»

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==== Infrautilización de fármacos opioides ====
==== Infrautilización de fármacos opioides ====
[[Archivo:Morfina.jpg|miniaturadeimagen|La morfina es un analgésico barato y eficaz para pacientes con mucho dolor.]]
[[Archivo:Morfina.jpg|miniaturadeimagen|La morfina es un analgésico barato y eficaz para pacientes con mucho dolor, pero con frecuencia no está accesible debido a barreras legales o incluso aún, por el miedo de los profesionales de la salud a la adicción y efectos secundarios.]]
¿Es lícito omitir la administración de un analgésico que se supone sería eficaz, aunque el riesgo de efectos secundarios sea elevado, cuando no hay otra alternativa razonable? Con otras palabras, ¿en qué situaciones se podría aceptar que una persona padezca dolor sin que se empleen los analgésicos adecuados? Esta cuestión es un problema deontológico que se debería afrontar a diario. El dolor se describe como la razón de ser de la Medicina: “La Medicina pura es solo actitud humana ante el dolor”. Sin embargo, parece que la teoría y la práctica recorren caminos diferentes. En concreto, a pesar de la relevancia del problema, ha sido muy poco el tiempo que se ha dedicado a formar a estudiantes y profesionales de la Medicina en los tratamientos analgésicos. Para muchas generaciones, la formación en los aspectos farmacológicos y terapéuticos de los fármacos opioides, especialmente los opioides “fuertes” del tercer escalón de la OMS, ha venido marcado más por sus riesgos que por su eficacia y sus indicaciones. Son muchos los que siguen asociando el empleo de opioides al paradigma de la depresión respiratoria (que podría provocar la muerte del paciente) y al miedo de la dependencia (a “engancharse” a la morfina) y este miedo bloquea para intentar razonar sobre si los pacientes se podrían beneficiar de estos fármacos administrados de manera sensata. Y si se añaden los mitos de la adicción y del tráfico de estupefacientes, no es de extrañar que hayan problemas de accesibilidad de los fármacos opioides. Se ha creado un respeto reverencial al opioide, a la morfina, como algo tan eficaz como dañino o, al menos, peligroso. Pero promover los '''miedos''' suele '''bloquear''' la '''capacidad''' de '''decisión'''. Y cuando se trata con pacientes, esto se traduce en que se omiten posibles tratamientos indicados y necesarios. Se ha fomentado una mentalidad que entiende que el uso de opioides es una cuestión de especialistas en dolor o, al menos, de médicos “osados” y no una medida accesible a la mayoría de los profesionales y que es proporcionada y adecuada para tratar el dolor severo de muchos pacientes.
¿Es lícito omitir la administración de un analgésico que se supone sería eficaz, aunque el riesgo de efectos secundarios sea elevado, cuando no hay otra alternativa razonable? Con otras palabras, ¿en qué situaciones se podría aceptar que una persona padezca dolor sin que se empleen los analgésicos adecuados? Esta cuestión es un problema deontológico que se debería afrontar a diario. El dolor se describe como la razón de ser de la Medicina: “La Medicina pura es solo actitud humana ante el dolor”. Sin embargo, parece que la teoría y la práctica recorren caminos diferentes. En concreto, a pesar de la relevancia del problema, ha sido muy poco el tiempo que se ha dedicado a formar a estudiantes y profesionales de la Medicina en los tratamientos analgésicos. Para muchas generaciones, la formación en los aspectos farmacológicos y terapéuticos de los fármacos opioides, especialmente los opioides “fuertes” del tercer escalón de la OMS, ha venido marcado más por sus riesgos que por su eficacia y sus indicaciones. Son muchos los que siguen asociando el empleo de opioides al paradigma de la depresión respiratoria (que podría provocar la muerte del paciente) y al miedo de la dependencia (a “engancharse” a la morfina) y este miedo bloquea para intentar razonar sobre si los pacientes se podrían beneficiar de estos fármacos administrados de manera sensata. Y si se añaden los mitos de la adicción y del tráfico de estupefacientes, no es de extrañar que hayan problemas de accesibilidad de los fármacos opioides. Se ha creado un respeto reverencial al opioide, a la morfina, como algo tan eficaz como dañino o, al menos, peligroso. Pero promover los '''miedos''' suele '''bloquear''' la '''capacidad''' de '''decisión'''. Y cuando se trata con pacientes, esto se traduce en que se omiten posibles tratamientos indicados y necesarios. Se ha fomentado una mentalidad que entiende que el uso de opioides es una cuestión de especialistas en dolor o, al menos, de médicos “osados” y no una medida accesible a la mayoría de los profesionales y que es proporcionada y adecuada para tratar el dolor severo de muchos pacientes.


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