Clonación natural

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La única posibilidad de que existan dos personas con la misma identidad genética, el mismo componente genético y una gran semejanza fenotípica, es cuando se producen gemelos monocigóticos.

El gemelismo monocigótico consiste en la segmentación accidental o no de un embrión, originalmente único tras la fecundación, antes de su implantación en el útero materno, normalmente como consecuencia de una disolución de la capa pelúcida que lo envuelve.

Tras la fecundación, desde la primera división de segmentación, todas las células del embrión son genéticamente idénticas, lo que explica el hecho de la capacidad de compensación incluso de una pérdida de células o una subdivisión del embrión hasta el estado de blastocisto. Si el embrión se subdividiera accidentalmente y se separasen las partes resultantes, se podrían producir dos –raramente más- embriones genéticamente idénticos.

Gemelismo monocigótico

Se trata de un fenómeno natural que puede darse durante las primeras etapas de su desarrollo y antes de su implantación en el útero materno. La gemelación natural puede suceder durante las primeras etapas del desarrollo embrionario, hasta el 14º día de la embriogénesis, cuando las células del blastocisto pierden su totipotencialidad y se consolida la anidación

Aun así, hay que contar con que los gemelos monocigóticos o idénticos solo tienen en común el genotipo, pero pueden diferenciarse en el fenotipo, de acuerdo con las influencias ambientales a lo largo de su desarrollo y crecimiento tras haber nacido. Los genes no lo deciden todo, y a “la información genética propia de cada individuo se pueden ir acumulando modificaciones en la capacidad de expresión de los propios genes. En esto juega un papel importante las llamadas «modificaciones epigenéticas», que determinan cambios de expresión de los genes debido a factores ambientales internos o externos. Estas modificaciones suponen la aparición de diferencias fenotípicas incluso entre los gemelos monocigóticos, que pueden mostrar desigual predisposición a las enfermedades, responder de diferente manera a las influencias del ambiente o presentar diferencias notables de longevidad.

Sobre la base de la gemelación y una vez asentado el principio de identidad genética, como el conjunto de caracteres propios de cada individuo humano, han de tenerse en cuenta los conceptos de indivi“dualidad y unicidad. Lo cierto es que el cigoto es único y en la mayoría de los casos solo surgirá un individuo como producto de su desarrollo. Sin embargo el embrión no es indivisible y en caso de sufrir una segmentación en dos o más partes dará lugar a los gemelos genéticamente idénticos, como se esquematiza en la Figura 5. La realidad es que se trate de uno o más individuos, lo que no debemos olvidar es que el cigoto original ya constituye en sí mismo el inicio de una vida humana, al menos una, que lo seguirá siendo en la inmensa mayoría de los casos.


La singularidad genética como principio básico para significar la importancia del componente genético de cada individuo, no debe llevarse al extremo de su utilización como argumento para justificar que, mientras no se asegura la unicidad, no se puede hablar de embrión. No importa tanto en qué momento se es único como la capacidad real existente desde la fecundación para dar lugar a un ser vivo. Se será único tras la fecundación, o tras la separación en caso de subdivisión del embrión recién formado, pero el embrión o embriones resultantes, seguirán un proceso de desarrollo como un individuo independiente. Los gemelos idénticos proceden del mismo embrión pero a partir del momento de la separación son únicos en su desarrollo y crecimiento individual. Después, a lo largo de su desarrollo prenatal y postnatal se irán acumulando diferencias fenotípicas más o menos acusadas en función de las influencias externas y de las modificaciones epigenéticas a lo largo de su vida.