Henrietta Lacks

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En cuanto a los principios bioéticos de beneficencia y no maleficencia, el caso Lacksdaña ambos gravemente.

Nacida como Loretta Pleasant, en Roanoke, Virginia, el 1 agosto de 1920.

Muere en Baltimore, Maryland, el 4 de octubre de 1951.[1]

Henrietta Lacks era una mujer afroamericana de origen humilde de Baltimore, que murió de un cáncer de cuello de útero en 1951 a la temprana edad de 31 años. Era madre de cinco hijos.

El ginecólogo que la trató en el Hospital John Hopkins, Howard Jones, siendo uno de los pocos hospitales que en aquel tiempo atendía a personas afroamericanas, aunque en salas segregadas[1]. Se dio cuenta de que el tipo de células del tumor de Henrietta era especial (adenocarcinoma de cervix uterino), porque podían cultivarse indefinidamente en muy poco tiempo en el laboratorio.

Este es el inicio de la línea celular, denominada HeLa, por las iniciales del nombre y apellidos de Henrietta Lacks, que ha sido la piedra angular de más de 75.000 estudios destinados a desarrollar, entre otros, la vacuna de la polio, que ha evitado la propagación de una enfermedad que pasó de 350.000 casos en 1988 a 42 casos en 2016.

Numerosos experimentos han usado las células HeLa para determinar el impacto de la radiación en las células cancerosas, hasta el punto de que en 2002 fueron enviadas al espacio para conocer el daño celular causado por la radiación espacial.[2]

Pero las células HeLa no solo intervinieron en la creación de la vacuna de la polio, sino en otros muchos tratamientos médicos, por ejemplo:

  • A identificar y aislar el virus del sida.
  • Tratar la hemofilia.
  • El Parkinson.
  • E incluso más recientemente, a investigar el COVID-19.

El problema bioético que plantea el caso de Henrietta Lacks es que la paciente no dio su consentimiento informado para que su cirujano, Howard Jones, tomara una biopsia de tejido de su tumor, ni para su posterior uso en investigación médica. Jones simplemente le pasó las células al investigador del cáncer del mismo hospital John Hopskins, George Otto Gey, que se quedó atónito al ver la capacidad de reproducción de esas células en el laboratorio. Si bien es cierto que la donación voluntaria de células es muy útil para hacer nuevos descubrimientos, la conditio sine qua non es obtener el consentimiento informado del paciente, es decir, proporcionarle toda la información necesaria para que tome una decisión. Este caso conecta directamente con las células del bazo de John Moore, que la Universidad de California patentó posteriormente y que dio lugar a una larga batalla legal de Moore contra la universidad con poco éxito.

El propio Hospital Johns Hopkins ha reconocido que:

“Después de revisar nuestras interacciones con Henrietta Lacks y con la familia Lacks durante más de 50 años, hemos llegado a la conclusión de que Johns Hopkins podría y debería haber hecho más para informar y trabajar con los miembros de la familia de Henrietta Lacks por respeto a ellos, su privacidad y sus intereses personales. Aunque la recolección y el uso de las células de Henrietta Lacks en la investigación era una práctica legal y aceptable en la década de 1950, tal práctica no podría llevarse a cabo hoy en día sin el consentimiento de la paciente”.[1]

Decía Van Rensselaer Potter que la bioética era un puente hacia el futuro, un puente entre dos orillas para conectar ciencia y ética.

Pero la cuestión ética no solo atañe a la falta de consentimiento de Lacks, sino a que su familia no tuvo noticias de esta gran aportación científica hasta los años setenta y ni siquiera recibió ningún tipo de compensación económica. En concreto, fue en el año 1973, cuando la familia de Lacks se enteró de que su madre seguía viva en los laboratorios de todo el mundo desde hacía veinticinco años en forma de células inmortales. Y que se había convertido en un negocio muy rentable para la industria farmacéutica.

En el año 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) otorgó un premio póstumo a Lacks y calificó su caso como de injusticia científica. Reivindicó además la necesidad de promover la equidad racial en la salud y en la ciencia. Como afirmo su hijo Lawrence Lacks al recibir el premio:

“Mi madre fue una pionera en vida: contribuyó a su comunidad, ayudó a otros a vivir mejor y cuidó de los demás. Una vez fallecida sigue ayudando al mundo. Su legado sigue vivo en nosotros, y le agradecemos que diga su nombre: Henrietta Lacks”.[3]

Afortunadamente, al contrario que sus células, la injusticia contra esta familia no ha sido inmortal. Así, el pasado 1 de agosto de 2023, llegó a su fin, coincidiendo con el 103 aniversario de Lacks. Tras décadas luchando por el reconocimiento de su aportación (primero con sus hijos, ahora con sus nietos), la familia Lacks ha ganado una importante batalla legal contra la farmacéutica Thermo Fisher, a la que acusaban de comercializar ilegalmente el material genético de su madre. Después de más de 70 años de uso de esas células inmortales, han recibido un más que merecido beneficio económico a modo de herencia de su madre.

Referencias[editar | editar código]

  1. 1,0 1,1 1,2 Asociación Española de Pediatría (12 de enero de 2023). «EL LEGADO DE HENRIETTA LACKS». vacunasaep. Consultado el 16 de agosto de 2023. 
  2. Ohnishi, Takeo; Ohnishi, Ken; Akihisa, Takahashi; Yoshitaka, Taniguchi (Diciembre de 2002). «Detection of DNA Damage Induced by Space Radiation in Mir and Space Shuttle». Journal of Radiation Research 43: 133–136. doi:10.1269/jrr.43.S133. Consultado el 16 de agosto de 2023. 
  3. Keenan, Laura (13 de octubre de 2021). «WHO Director-General Bestows Posthumous Award on the Late Henrietta Lacks». Communications officer World Health Organization. Consultado el 16 de agosto de 2023.