Edición de «Cultura de la muerte»

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Ante la muerte, el sufrimiento y el dolor el hombre ha reaccionado de diferentes maneras desde la más temprana historia de la humanidad. La forma de '''reaccionar''' ante la '''muerte''', y ante la [[vida]], '''habla''' de cómo es un '''pueblo''', una '''cultura''' y una '''civilización''', y sobre todo de cómo es el hombre. Somos la única especie consciente de la propia muerte, y de lo que esto lleva implícito: no solo de la propia finitud sino también de la de los demás, de la de otros seres vivos y de la del universo en general. La inevitable muerte es un misterio para el hombre, algo que no entiende pero que está ahí, y, minimizar los estragos del tiempo o retrasar la hora final no sirve de nada. Ante la muerte hay respuestas variables, pero solo una respuesta es la verdadera: aquella que respeta la auténtica [[dignidad]] del hombre: la respuesta que da sentido a la vida. Verdaderamente las personas se retratan ante la muerte, propia o ajena, porque ante la muerte solo cabe un sentido de trascendencia, el ir más allá de ellos mismos venciendo al espacio y al tiempo, a la inexorable entropía del universo, y a unos fuertes instintos egoístas. Y ese sentido de trascendencia depende de cada persona en particular, del uso de su libertad. Pueden estar confundiendo trascendencia con mera inmortalidad hasta el extremo de negar ésta por una consumación en la nada, es posible encerrarse en un ''carpe diem'' plagado de angustia vital aunque aparente lo contrario, o plegarse al recuerdo que dejará en la mente de deudos y amigos, a la pasajera fama universal, o a la divinización pagana. O por el contrario, puede trascender en la verdadera entrega amorosa, que siempre será inmortal. El sentido de trascendencia será verdadero o falso en función de cuanto se engañen ante la muerte, de si han perdido o no el sentido de la vida, de si son capaces de ver un “yo” en otro ser humano indistintamente de su aspecto externo y de amarlo hasta el extremo. Es la opción que busca el verdadero bien de otra persona, lejos del llamado bienestar social que el mundo de hoy basa en la llamada “[[calidad de vida]]”, material, relativista, egoísta y subjetiva.  
Ante la muerte, el sufrimiento y el dolor el hombre ha reaccionado de diferentes maneras desde la más temprana historia de la humanidad. La forma de '''reaccionar''' ante la '''muerte''', y ante la [[vida]], '''habla''' de cómo es un '''pueblo''', una '''cultura''' y una '''civilización''', y sobre todo de cómo es el hombre. Somos la única especie consciente de la propia muerte, y de lo que esto lleva implícito: no solo de la propia finitud sino también de la de los demás, de la de otros seres vivos y de la del universo en general. La inevitable muerte es un misterio para el hombre, algo que no entiende pero que está ahí, y, minimizar los estragos del tiempo o retrasar la hora final no sirve de nada. Ante la muerte hay respuestas variables, pero solo una respuesta es la verdadera: aquella que respeta la auténtica [[dignidad]] del hombre: la respuesta que da sentido a la vida. Verdaderamente las personas se retratan ante la muerte, propia o ajena, porque ante la muerte solo cabe un sentido de trascendencia, el ir más allá de ellos mismos venciendo al espacio y al tiempo, a la inexorable entropía del universo, y a unos fuertes instintos egoístas. Y ese sentido de trascendencia depende de cada persona en particular, del uso de su libertad. Pueden estar confundiendo trascendencia con mera inmortalidad hasta el extremo de negar ésta por una consumación en la nada, es posible encerrarse en un ''carpe diem'' plagado de angustia vital aunque aparente lo contrario, o plegarse al recuerdo que dejará en la mente de deudos y amigos, a la pasajera fama universal, o a la divinización pagana. O por el contrario, puede trascender en la verdadera entrega amorosa, que siempre será inmortal. El sentido de trascendencia será verdadero o falso en función de cuanto se engañen ante la muerte, de si han perdido o no el sentido de la vida, de si son capaces de ver un “yo” en otro ser humano indistintamente de su aspecto externo y de amarlo hasta el extremo. Es la opción que busca el verdadero bien de otra persona, lejos del llamado bienestar social que el mundo de hoy basa en la llamada “[[calidad de vida]]”, material, relativista, egoísta y subjetiva.  


No extraña pues, que la [[muerte]], a veces, también sea querida, deseo que se disfraza bajo tintes altruistas e incluso trascendentes. La guerra, los genocidios o los sacrificios rituales, desgraciadamente, forman parte de la historia de la humanidad, y son muchas veces que se ha oído hablar de “guerra justa”, o de “derechos humanos”, por ejemplo, de las mujeres, que justifican un genocidio millonario en vidas, y en intereses, como el del aborto de los propios hijos. Buscando la inmortalidad, y hasta la divinización, muchas veces se ha matado a los semejantes. O buscando sus riquezas, o ambicionando sus tierras, o simplemente porque eran molestos o ya no servían para nada, no producían, y “no merecían” vivir. Muchas veces, en nombre de la ley, como en la aplicación de la famosa ''Ley del Talión'': “ojo por ojo y diente por diente”, o muerte por muerte. O en sangrientos espectáculos... Porque la '''crueldad''' y la '''venganza''' son tan '''propios''' de la '''humanidad''' como el amor y la compasión. Quizás más fáciles de ejercer, si cabe, porque se relacionan con fuertes instintos que, como animales, se han heredado de los antepasados: la violencia mata para la lucha por la supervivencia, por los alimentos y por la reproducción, por la hembra, por la defensa del territorio, de la [[familia]], etc. Pero además, el hombre también mata por placer, lo que ya no hace ningún otro animal; un placer frío y refinado que se desliga del puro instinto para convertirse en voluntad, y que puede explicarse por un sentido de trascendencia perverso. Y, ¡hasta se puede desear la muerte propia cuando se ha perdido el sentido de la vida!, cuando se está deprimido por cualquier causa y no aflora la esperanza; o cuando se está desesperadamente solo; situaciones en las que es más fuerte la tendencia egoísta a perder de vista un problema que agobia frente al deseo de inmortalidad, en las que aparece el suicidio como única solución.
No extraña pues, que la muerte, a veces, también sea querida, deseo que se disfraza bajo tintes altruistas e incluso trascendentes. La guerra, los genocidios o los sacrificios rituales, desgraciadamente, forman parte de la historia de la humanidad, y son muchas veces que se ha oído hablar de “guerra justa”, o de “derechos humanos”, por ejemplo, de las mujeres, que justifican un genocidio millonario en vidas, y en intereses, como el del aborto de los propios hijos. Buscando la inmortalidad, y hasta la divinización, muchas veces se ha matado a los semejantes. O buscando sus riquezas, o ambicionando sus tierras, o simplemente porque eran molestos o ya no servían para nada, no producían, y “no merecían” vivir. Muchas veces, en nombre de la ley, como en la aplicación de la famosa ''Ley del Talión'': “ojo por ojo y diente por diente”, o muerte por muerte. O en sangrientos espectáculos... Porque la '''crueldad''' y la '''venganza''' son tan '''propios''' de la '''humanidad''' como el amor y la compasión. Quizás más fáciles de ejercer, si cabe, porque se relacionan con fuertes instintos que, como animales, se han heredado de los antepasados: la violencia mata para la lucha por la supervivencia, por los alimentos y por la reproducción, por la hembra, por la defensa del territorio, de la [[familia]], etc. Pero además, el hombre también mata por placer, lo que ya no hace ningún otro animal; un placer frío y refinado que se desliga del puro instinto para convertirse en voluntad, y que puede explicarse por un sentido de trascendencia perverso. Y, ¡hasta se puede desear la muerte propia cuando se ha perdido el sentido de la vida!, cuando se está deprimido por cualquier causa y no aflora la esperanza; o cuando se está desesperadamente solo; situaciones en las que es más fuerte la tendencia egoísta a perder de vista un problema que agobia frente al deseo de inmortalidad, en las que aparece el suicidio como única solución.


También existe un sentido de trascendencia que rebasa las “fronteras” de este mundo: la '''fe''' en un “'''más''' '''allá'''”, en un más allá más justo que consuele de los sinsabores de la existencia, y donde se vivirá para siempre felices sin la angustia de una vida que se acaba, porque la muerte allí no tiene ya cabida. Y en un Dios de vida y de verdad que haga justicia a las penas de este mundo.  
También existe un sentido de trascendencia que rebasa las “fronteras” de este mundo: la '''fe''' en un “'''más''' '''allá'''”, en un más allá más justo que consuele de los sinsabores de la existencia, y donde se vivirá para siempre felices sin la angustia de una vida que se acaba, porque la muerte allí no tiene ya cabida. Y en un Dios de vida y de verdad que haga justicia a las penas de este mundo.  
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Hay muchas formas de interpretar este más allá, esta “vida después de la vida”, manifestado en los diferentes tipos de religiones, filosofías y culturas que desde la más remota antigüedad están intentando dar respuesta a la presencia de la muerte. El hombre no se resigna a morir, nunca se ha resignado. Por eso no se entiende que en determinados momentos de la historia de la humanidad se frivolice con ella, como ahora, o se minimice a la persona humana a fin de convertirla en medio para ciertos actos cuyo fin puede llevar aparejado su sacrificio, como en la fabricación de niños-medicamento. ¿Cómo compaginar la defensa de la dignidad humana con la institucionalización de la muerte?, ¿a dónde camina nuestra sociedad? Cuando el amor desaparece del horizonte de nuestra vida, el egoísmo triunfa, cada persona se convierte en un rival que me va a privar de algo, y su muerte se convierte casi en una necesidad. El amor auténtico es el sentido de la vida, por él los sentimientos más nobles afloran; y no solo se busca el bien propio sino el de los demás. Un '''bien''' que '''no''' se '''asocia''' a la '''muerte''' sino a la '''vida''', y que busca además el esplendor de esa vida.
Hay muchas formas de interpretar este más allá, esta “vida después de la vida”, manifestado en los diferentes tipos de religiones, filosofías y culturas que desde la más remota antigüedad están intentando dar respuesta a la presencia de la muerte. El hombre no se resigna a morir, nunca se ha resignado. Por eso no se entiende que en determinados momentos de la historia de la humanidad se frivolice con ella, como ahora, o se minimice a la persona humana a fin de convertirla en medio para ciertos actos cuyo fin puede llevar aparejado su sacrificio, como en la fabricación de niños-medicamento. ¿Cómo compaginar la defensa de la dignidad humana con la institucionalización de la muerte?, ¿a dónde camina nuestra sociedad? Cuando el amor desaparece del horizonte de nuestra vida, el egoísmo triunfa, cada persona se convierte en un rival que me va a privar de algo, y su muerte se convierte casi en una necesidad. El amor auténtico es el sentido de la vida, por él los sentimientos más nobles afloran; y no solo se busca el bien propio sino el de los demás. Un '''bien''' que '''no''' se '''asocia''' a la '''muerte''' sino a la '''vida''', y que busca además el esplendor de esa vida.


La actitud ante la muerte es la clave para comprender la propia humanidad, y para decidir quién es humano y qué no por naturaleza. Ante la muerte solo cabe un sentido de trascendencia, por muy diluido que se encuentre, como ocurre en el mundo de hoy, y por mucho que se cierren los ojos. En el fondo, '''ocultar''' la '''muerte''' es '''reconocer''' que '''sigue''' '''ahí''', que siempre está llamando a la puerta. Y esto ya lo supo el primer hombre. Al estudiar el registro fósil no se encontró signos de enterramiento voluntario nada más que en esta especie, ''Homo sapiens.''  
La actitud ante la muerte es la clave para comprender la propia humanidad, y para decidir quién es humano y qué no por naturaleza. Ante la muerte solo cabe un sentido de trascendencia, por muy diluído que se encuentre, como ocurre en el mundo de hoy, y por mucho que se cierren los ojos. En el fondo, '''ocultar''' la '''muerte''' es '''reconocer''' que '''sigue''' '''ahí''', que siempre está llamando a la puerta. Y esto ya lo supo el primer hombre. Al estudiar el registro fósil no se encontró signos de enterramiento voluntario nada más que en esta especie, ''Homo sapiens.''  


Aunque sin fundamento de ningún tipo, se ha tratado de identificar en otras especies el reconocimiento de la muerte como algo inevitable, incluso cierto sentido de trascendencia y de religiosidad, en un igualitarismo imposible. Vano intento propio de la cultura de la muerte, que, en ese afán de desantropomorfizar todo, desantropomorfiza también a los demás, a as persona las rebaja, las anula, y las iguala con los grandes simios (Singer, 1998), o con cualquier ente del universo (''Carta de la Tierra''<ref>{{Cita web|url=http://www.earthcharterchina.org/esp/text.html|título=La Carta de la Tierra}}</ref>), y fomenta las hibridaciones y quimeras hombre-animal. Rebajar al hombre de su natural humanidad es reducirlo, y el más claro ejemplo de que el ser humano es una especie única y diferente se puede constatar ya en los ''Homo sapiens'' del Paleolítico que, cuando convivieron en los mismos parajes con los neandertales o con los erectus no se hibridaron con ellos, no los reconocieron como un “tú”, como otro “yo”, sino como a meros animales. Solo una cultura perversa, como la que se trata de imponer para el tercer milenio, puede caer en la '''aberración''' de '''negar''' al '''hombre''' su '''propia''' y exclusiva '''humanidad''' en cualquier estadio de su vida.
Aunque sin fundamento de ningún tipo, se ha tratado de identificar en otras especies el reconocimiento de la muerte como algo inevitable, incluso cierto sentido de trascendencia y de religiosidad, en un igualitarismo imposible. Vano intento propio de la cultura de la muerte, que, en ese afán de desantropomorfizar todo, desantropomorfiza también a los demás, a as persona las rebaja, las anula, y las iguala con los grandes simios (Singer, 1998), o con cualquier ente del universo (''Carta de la Tierra''<ref>{{Cita web|url=http://www.earthcharterchina.org/esp/text.html|título=La Carta de la Tierra}}</ref>), y fomenta las hibridaciones y quimeras hombre-animal. Rebajar al hombre de su natural humanidad es reducirlo, y el más claro ejemplo de que el ser humano es una especie única y diferente se puede constatar ya en los ''Homo sapiens'' del Paleolítico que, cuando convivieron en los mismos parajes con los neandertales o con los erectus no se hibridaron con ellos, no los reconocieron como un “tú”, como otro “yo”, sino como a meros animales. Solo una cultura perversa, como la que se trata de imponer para el tercer milenio, puede caer en la '''aberración''' de '''negar''' al '''hombre''' su '''propia''' y exclusiva '''humanidad''' en cualquier estadio de su vida.
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# Los vivos (exorcismos, culpables, relación con el mundo de los muertos, prácticas espiritistas, sacrificios rituales, canibalismo, búsqueda de la inmortalidad…).  
# Los vivos (exorcismos, culpables, relación con el mundo de los muertos, prácticas espiritistas, sacrificios rituales, canibalismo, búsqueda de la inmortalidad…).  
[[Archivo:Cemetery.jpg|miniaturadeimagen|Los ritos funerarios, tanto en la sociedad oriental como en la occidental, dan testimonios de que en todas las culturas ha existido una pugna entre la vida y la muerte.]]
[[Archivo:Cemetery.jpg|miniaturadeimagen|Los ritos funerarios, tanto en la sociedad oriental como en la occidental, dan testimonios de que en todas las culturas ha existido una pugna entre la vida y la muerte.]]
Es decir, en el preocuparse por el muerto o por la muerte. En el '''primer''' '''caso''', la reacción será de pena, [[dolor]], aceptación e incluso de sentido de trascendencia; en el '''segundo''' '''caso''', la respuesta es más egoísta porque de lo que se trata es de evitar la propia muerte aprisionando la vida y el mundo en que se vive, o la de irse preparando un más allá a la medida que prolongue la actual forma de vida al tiempo que se trata de alejar del hombre esta certeza.
Es decir, en el preocuparse por el muerto o por la muerte. En el '''primer''' '''caso''', la reacción será de pena, dolor, aceptación e incluso de sentido de trascendencia; en el '''segundo''' '''caso''', la respuesta es más egoísta porque de lo que se trata es de evitar la propia muerte aprisionando la vida y el mundo en que se vive, o la de irse preparando un más allá a la medida que prolongue la actual forma de vida al tiempo que se trata de alejar del hombre esta certeza.


Generalmente, cuando se habla de cultura y antropología de la muerte, se habla de un comportamiento específicamente humano, ningún animal entierra a sus muertos. Acuden a la mente ceremonias más o menos complejas relacionadas con el tratamiento del cadáver:
Generalmente, cuando se habla de cultura y antropología de la muerte, se habla de un comportamiento específicamente humano, ningún animal entierra a sus muertos. Acuden a la mente ceremonias más o menos complejas relacionadas con el tratamiento del cadáver:
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|En el Japón antiguo se ofrecían sacrificios humanos a las divinidades malévolas, como el Dragón de las Nueve Cabezas. En Dahomey sacrificaban a los '''prisioneros''' de '''guerra''', que después '''descuartizaban''' y '''comían'''. También se los ofrecían en cestas al pueblo como regalo con fin culinario-alimenticio. Costumbre también extendida en África donde en países como Liberia, Zaire, Biafra, y otros, se ha llegado a sacrificar a los propios hijos al demonio.
|En el Japón antiguo se ofrecían sacrificios humanos a las divinidades malévolas, como el Dragón de las Nueve Cabezas. En Dahomey sacrificaban a los '''prisioneros''' de '''guerra''', que después '''descuartizaban''' y '''comían'''. También se los ofrecían en cestas al pueblo como regalo con fin culinario-alimenticio. Costumbre también extendida en África donde en países como Liberia, Zaire, Biafra, y otros, se ha llegado a sacrificar a los propios hijos al demonio.
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En otro orden de cosas, pero también ligado a la enfermedad de una persona, y a su irremisible fallecimiento si esta no cura, son los '''sacrificios''' de '''hermanos''' '''menores''' para '''alimentar''' al '''mayor''', costumbre milenaria que todavía hoy perdura en algunas aldeas de China. Y, en la misma línea, hoy, en la avanzada y tecnológica civilización, se fabrican niños, mediante [[Fecundación in vitro|fertilización ''in vitro'']]'','' que sirven de “medicamento” al hermano enfermo; operación en la que se desechan, se sacrifican, los niños sanos, que no son histocompatibles con el hermano al que se pretende curar, a los que se les niega el derecho a nacer. Por ejemplo: La Ley de Investigación Biomédica vigente en España también permite, si se considera que la investigación es de interés para la salud de terceros, experimentar con menores, deficientes e inconscientes, aunque la experimentación les conduzca a la muerte, aunque no consiga el resultado esperado. También la [[clonación]] mal llamada “terapeútica” de seres humanos con fines clínicos, e industriales y comerciales; es decir, de personas (como demuestra la ciencia) que son engendradas solo para morir. Es más, la Unión Europea pretende aprobar que las investigaciones y experimentaciones clínicas se realicen a partir de ahora preferentemente sobre niños no nacidos a sobre animales. El parlamento inglés ha aprobado la creación de híbridos de hombre-vaca con fines de investigación-experimentación… No hay nada nuevo bajo el sol, los sacrificios humanos continúan, a la muerte de unos se pretende vencer con la muerte de otros en una batalla que de antemano está perdida, porque por mucho que avance la ciencia, la medicina y la tecnología, por mucho que se prolongue una [[vida humana]], o por mucho que se silencie la [[conciencia]], nunca se acabará con la muerte.
En otro orden de cosas, pero también ligado a la enfermedad de una persona, y a su irremisible fallecimiento si esta no cura, son los '''sacrificios''' de '''hermanos''' '''menores''' para '''alimentar''' al '''mayor''', costumbre milenaria que todavía hoy perdura en algunas aldeas de China. Y, en la misma línea, hoy, en la avanzada y tecnológica civilización, se fabrican niños, mediante [[Fecundación in vitro|fertilización ''in vitro'']]'','' que sirven de “medicamento” al hermano enfermo; operación en la que se desechan, se sacrifican, los niños sanos, que no son histocompatibles con el hermano al que se pretende curar, a los que se les niega el derecho a nacer. Por ejemplo: La Ley de Investigación Biomédica vigente en España también permite, si se considera que la investigación es de interés para la salud de terceros, experimentar con menores, deficientes e inconscientes, aunque la experimentación les conduzca a la muerte, aunque no consiga el resultado esperado. También la [[clonación]] mal llamada “terapeútica” de seres humanos con fines clínicos, e industriales y comerciales; es decir, de personas (como demuestra la ciencia) que son engendradas solo para morir. Es más, la Unión Europea pretende aprobar que las investigaciones y experimentaciones clínicas se realicen a partir de ahora preferentemente sobre niños no nacidos a sobre animales. El parlamento inglés ha aprobado la creación de híbridos de hombre-vaca con fines de investigación-experimentación… No hay nada nuevo bajo el sol, los sacrificios humanos continúan, a la muerte de unos se pretende vencer con la muerte de otros en una batalla que de antemano está perdida, porque por mucho que avance la ciencia, la medicina y la tecnología, por mucho que se prolongue una [[vida humana]], o por mucho que se silencie la conciencia, nunca se acabará con la muerte.


El infanticidio ha sido otra constante en la historia de ''Homo sapiens'': cananeos, fenicios, cartagineses, e incluso israelitas.  
El infanticidio ha sido otra constante en la historia de ''Homo sapiens'': cananeos, fenicios, cartagineses, e incluso israelitas.  
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La nueva faceta de la cultura de la muerte cursa con menoscabo de la realidad humana en todos los ámbitos y '''entraña''' la '''muerte''' del '''hombre''' en cuanto hombre, '''no''' la '''transformación''' de un vivo en un '''cadáver''' sino la negación del núcleo de la humanidad. Durante el siglo XX se ha ido gestando una nueva ideología que, basada en la lucha de clases propuesta por Marx y en la liberación del “ser mujer” que persigue el feminismo radical, pretende subvertir la naturaleza humana para que cada ser humano pueda elegir “su” naturaleza al margen de las condiciones genéticas. Así, independientemente de lo que marque la biología del desarrollo corporal (inscrita en el plan de formación de cada especie), de la mente adecuada al mismo, y del núcleo espiritual que lo rige en correspondencia, propio y exclusivo del ''Homo sapiens,'' esta ideología, la ''Perspectiva de Género,'' propone el violentamiento de nuestra unidad-totalidad-relacional en aras de una elección generalmente imposible.  
La nueva faceta de la cultura de la muerte cursa con menoscabo de la realidad humana en todos los ámbitos y '''entraña''' la '''muerte''' del '''hombre''' en cuanto hombre, '''no''' la '''transformación''' de un vivo en un '''cadáver''' sino la negación del núcleo de la humanidad. Durante el siglo XX se ha ido gestando una nueva ideología que, basada en la lucha de clases propuesta por Marx y en la liberación del “ser mujer” que persigue el feminismo radical, pretende subvertir la naturaleza humana para que cada ser humano pueda elegir “su” naturaleza al margen de las condiciones genéticas. Así, independientemente de lo que marque la biología del desarrollo corporal (inscrita en el plan de formación de cada especie), de la mente adecuada al mismo, y del núcleo espiritual que lo rige en correspondencia, propio y exclusivo del ''Homo sapiens,'' esta ideología, la ''Perspectiva de Género,'' propone el violentamiento de nuestra unidad-totalidad-relacional en aras de una elección generalmente imposible.  


Es la negación de lo personal-humano y la '''enfatización''' de la '''animalidad''' '''instintiva'''. Y trata de imponerse desde la más tierna infancia, cuando el ser humano todavía se está formando, cuando es moldeable, cuando su personalidad aún no está cerrada, cuando el niño desconoce lo que significa la elección en uno u otro sentido y el daño irreparable que le causará. Promueve una sexualidad “polimorfa” e indiscriminada sin límites de edad, sexo o ente, de tal envergadura que es la más potente herramienta para matar el alma de nuestros niños. Frente a la verdadera educación que desarrolla integralmente a la persona, poniendo la atención en el plano espiritual, centro de acción de la persona y núcleo del “yo”, esta ideología se centra en el estrato anímico: en las emociones, sentimientos e instintos. En ''La Carta de la Tierra'', en las propuestas de ''Desarrollo Sostenible,'' o en los ''Objetivos del Milenio'', se habla más de instaurar la ''ideología o perspectiva de género,'' como nuevo derecho humano de consenso, que de reducir la contaminación en los ríos. Recordando las palabras de Jesucristo: ''“no temáis a los que matan el cuerpo, guardaos más de los que matan el alma”'', al darse cuenta de que el mayor peligro de muerte institucionalizada no viene de una cultura de la muerte perversa, en el sentido corporal, sino de la ''[[Ideología de género|Ideología de Género]]'', verdadero Caballo de Troya que subrepticiamente trata de desnaturalizar al hombre. La ''Equidad de Género'', como también se le llama, equipara al hombre con cualquier otro ser del universo, se rebela contra las leyes de la naturaleza y propone, como consecuencia de nuestra libertad, el elegir lo que quiere ser, aunque sea antinatural: “Como el ser hombre o mujer es cuestión de elección, indistintamente de como se haya nacido, se puede practicar el sexo de forma deshumanizada con todo aquello que provoque placer: persona, animal o cosa, hombre, mujer o niño, cada vez a una edad más temprana y sin cortapisas de ningún tipo”. Trata, asimismo, de desvincular a la mujer de la maternidad, para lo que los hijos deben concebirse por técnicas artificiales y, en cuanto sea posible, cederlos a otros úteros (animales o artificiales) que los incuben. Y recurre al Estado para que, tras su nacimiento, se encargue exclusivamente de la educación de los hijos. De esta manera la familia deja de tener sentido y debe desaparecer, y la mujer quede plenamente liberada de esta carga. Para que la liberación sea mayor, promueve un sistema de anticoncepción brutal que incluye el aborto y la esterilización. Se hace así realidad la utopía narrada en ''“Un Mundo Feliz”,'' de A.Huxley (1932), en la que los hombres, mujeres y niños eran marionetas abocadas a la promiscuidad sexual para mantener la estabilidad social, y en el que a partir de cierta edad se sometían obligatoriamente a la eutanasia. Pero en la sociedad, mediante la aceptación de la ''Ideología o Equidad de Género,'' todo estaría mucho más trastocado para poder hacer realidad la práctica de una sexualidad polimórfica. Esta ideología ya está infiltrada en muchos sistemas legales a través de las leyes del matrimonio homosexual, de [[reproducción asistida]], del [[aborto]], de [[anticoncepción]], de divorcio, de educación y otras (es posible recordar que se ha solicitado al parlamento británico la aprobación de implantar [[Embrión|embriones humanos]] en vacas) y está en estudio ser considerada como nuevo “derecho humano”, lo que la convertiría en imposición dictatorial.
Es la negación de lo personal-humano y la '''enfatización''' de la '''animalidad''' '''instintiva'''. Y trata de imponerse desde la más tierna infancia, cuando el ser humano todavía se está formando, cuando es moldeable, cuando su personalidad aún no está cerrada, cuando el niño desconoce lo que significa la elección en uno u otro sentido y el daño irreparable que le causará. Promueve una sexualidad “polimorfa” e indiscriminada sin límites de edad, sexo o ente, de tal envergadura que es la más potente herramienta para matar el alma de nuestros niños. Frente a la verdadera educación que desarrolla integralmente a la persona, poniendo la atención en el plano espiritual, centro de acción de la persona y núcleo del “yo”, esta ideología se centra en el estrato anímico: en las emociones, sentimientos e instintos. En ''La Carta de la Tierra'', en las propuestas de ''Desarrollo Sostenible,'' o en los ''Objetivos del Milenio'', se habla más de instaurar la ''ideología o perspectiva de género,'' como nuevo derecho humano de consenso, que de reducir la contaminación en los ríos. Recordando las palabras de Jesucristo: ''“no temáis a los que matan el cuerpo, guardaos más de los que matan el alma”'', al darse cuenta de que el mayor peligro de muerte institucionalizada no viene de una cultura de la muerte perversa, en el sentido corporal, sino de la ''Ideología de Género'', verdadero Caballo de Troya que subrepticiamente trata de desnaturalizar al hombre. La ''Equidad de Género'', como también se le llama, equipara al hombre con cualquier otro ser del universo, se rebela contra las leyes de la naturaleza y propone, como consecuencia de nuestra libertad, el elegir lo que quiere ser, aunque sea antinatural: “Como el ser hombre o mujer es cuestión de elección, indistintamente de como se haya nacido, se puede practicar el sexo de forma deshumanizada con todo aquello que provoque placer: persona, animal o cosa, hombre, mujer o niño, cada vez a una edad más temprana y sin cortapisas de ningún tipo”. Trata, asimismo, de desvincular a la mujer de la maternidad, para lo que los hijos deben concebirse por técnicas artificiales y, en cuanto sea posible, cederlos a otros úteros (animales o artificiales) que los incuben. Y recurre al Estado para que, tras su nacimiento, se encargue exclusivamente de la educación de los hijos. De esta manera la familia deja de tener sentido y debe desaparecer, y la mujer quede plenamente liberada de esta carga. Para que la liberación sea mayor, promueve un sistema de anticoncepción brutal que incluye el aborto y la esterilización. Se hace así realidad la utopía narrada en ''“Un Mundo Feliz”,'' de A.Huxley (1932), en la que los hombres, mujeres y niños eran marionetas abocadas a la promiscuidad sexual para mantener la estabilidad social, y en el que a partir de cierta edad se sometían obligatoriamente a la eutanasia. Pero en la sociedad, mediante la aceptación de la ''Ideología o Equidad de Género,'' todo estaría mucho más trastocado para poder hacer realidad la práctica de una sexualidad polimórfica. Esta ideología ya está infiltrada en muchos sistemas legales a través de las leyes del matrimonio homosexual, de reproducción asistida, del aborto, de anticoncepción, de divorcio, de educación y otras (es posible recordar que se ha solicitado al parlamento británico la aprobación de implantar embriones humanos en vacas) y está en estudio ser considerada como nuevo “derecho humano”, lo que la convertiría en imposición dictatorial.


Finalmente, dentro de esta cultura de la muerte que parece avanzar de manera imparable, está la cuestión de los “nuevos derechos humanos”, '''subjetivos''', de '''consenso''', '''no acabados''', '''relativistas''', '''cambiables''' y sometidos al '''poder''' de '''turno'''. La luz siempre se ha abierto paso entre las tinieblas: La ''Ley del Talión'', que exigía el “ojo por ojo y diente por diente”, con todo el horror que hoy puede producir esto, fue un gran paso adelante al limitar la venganza a la cuantía de la ofensa. Antes de ella, por sacar un ojo a una persona, se podía matar impunemente al autor del delito, e incluso a toda su inocente familia. El ''Código de Hammurabi''<ref>{{Cita publicación|url=http://clio.rediris.es/fichas/hammurabi.htm|título=El Código de Hammurabi|apellidos=Rivero|nombre=M. Pilar|fecha=1982|publicación=Clío|fechaacceso=4 de junio de 2020|doi=|pmid=}}</ref> se preocupó hace casi cuarenta siglos de proteger a la viuda, al huérfano y al forastero. Y la razón griega, el derecho romano, el fuero godo… permitieron avanzar en la aplicación de sentencias cada vez más justas. Códigos jurídicos que, aunque imperfectos, han ido permitiendo el paso sucesivo hacia una humanidad cada vez más justa y más humana, en la que se valoraba más al hombre y se respetaba más su vida. La ''Declaración Universal de los Derechos Humanos'' auspiciada por la ONU (1948)<ref>{{Cita web|url=https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/|título=La Declaración Universal de Derechos Humanos}}</ref>, y aceptada por casi todas las naciones, ha sido el paso último por el que de nuevo la vida del ''Homo sapiens'' vuelve a ser sacralizada (artículo 3). Sin embargo, en la actualidad, esta Declaración está en entredicho. Voces “autorizadas”, ONGs, y la propia ONU trabajan para declarar “nuevos derechos humanos” afines a una ética de mínimos relativista y al pensamiento único dominante. Sobre los derechos naturales se imponen los derechos positivos, acordados por el poder mayoritario en una nueva revisión del concepto de democracia: Son los llamados ''Nuevos Derechos Humanos Emergentes,'' basados en el egoísmo y en el utilitarismo, cuya imposición llenará el mundo de dolor, sufrimiento y muerte. El ser humano ya no tiene derecho a la vida, es más, otros, por ocultos intereses, tienen derecho a suprimirle, sobre todo si no puede defenderse de la agresión, si no es útil, si no produce, si no interesa… o incluso se convierte en material de experimentación-investigación, de industria o de mercado, cotizable en bolsa (caso de los embriones abandonados o clonados). Por eso, además de la ideología de género, como nuevos derechos humanos, están propuestos: el aborto, la eutanasia, el divorcio, la anticoncepción, la [[eugenesia]], etc. que, una vez impuestos, serán de cumplimiento obligatorio para todos sin dejar el más mínimo resquicio a la objeción de conciencia. Es decir, la cultura de la muerte se convierte en jurisprudencia de la muerte por la que podrán ser perseguidos los defensores de la vida. Algo inaudito y nuevo en la historia de la humanidad.
Finalmente, dentro de esta cultura de la muerte que parece avanzar de manera imparable, está la cuestión de los “nuevos derechos humanos”, '''subjetivos''', de '''consenso''', '''no acabados''', '''relativistas''', '''cambiables''' y sometidos al '''poder''' de '''turno'''. La luz siempre se ha abierto paso entre las tinieblas: La ''Ley del Talión'', que exigía el “ojo por ojo y diente por diente”, con todo el horror que hoy puede producir esto, fue un gran paso adelante al limitar la venganza a la cuantía de la ofensa. Antes de ella, por sacar un ojo a una persona, se podía matar impunemente al autor del delito, e incluso a toda su inocente familia. El ''Código de Hammurabi''<ref>{{Cita publicación|url=http://clio.rediris.es/fichas/hammurabi.htm|título=El Código de Hammurabi|apellidos=Rivero|nombre=M. Pilar|fecha=1982|publicación=Clío|fechaacceso=4 de junio de 2020|doi=|pmid=}}</ref> se preocupó hace casi cuarenta siglos de proteger a la viuda, al huérfano y al forastero. Y la razón griega, el derecho romano, el fuero godo… permitieron avanzar en la aplicación de sentencias cada vez más justas. Códigos jurídicos que, aunque imperfectos, han ido permitiendo el paso sucesivo hacia una humanidad cada vez más justa y más humana, en la que se valoraba más al hombre y se respetaba más su vida. La ''Declaración Universal de los Derechos Humanos'' auspiciada por la ONU (1948)<ref>{{Cita web|url=https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/|título=La Declaración Universal de Derechos Humanos}}</ref>, y aceptada por casi todas las naciones, ha sido el paso último por el que de nuevo la vida del ''Homo sapiens'' vuelve a ser sacralizada (artículo 3). Sin embargo, en la actualidad, esta Declaración está en entredicho. Voces “autorizadas”, ONGs, y la propia ONU trabajan para declarar “nuevos derechos humanos” afines a una ética de mínimos relativista y al pensamiento único dominante. Sobre los derechos naturales se imponen los derechos positivos, acordados por el poder mayoritario en una nueva revisión del concepto de democracia: Son los llamados ''Nuevos Derechos Humanos Emergentes,'' basados en el egoísmo y en el utilitarismo, cuya imposición llenará el mundo de dolor, sufrimiento y muerte. El ser humano ya no tiene derecho a la vida, es más, otros, por ocultos intereses, tienen derecho a suprimirle, sobre todo si no puede defenderse de la agresión, si no es útil, si no produce, si no interesa… o incluso se convierte en material de experimentación-investigación, de industria o de mercado, cotizable en bolsa (caso de los embriones abandonados o clonados). Por eso, además de la ideología de género, como nuevos derechos humanos, están propuestos: el aborto, la eutanasia, el divorcio, la anticoncepción, la eugenesia, etc. que, una vez impuestos, serán de cumplimiento obligatorio para todos sin dejar el más mínimo resquicio a la objeción de conciencia. Es decir, la cultura de la muerte se convierte en jurisprudencia de la muerte por la que podrán ser perseguidos los defensores de la vida. Algo inaudito y nuevo en la historia de la humanidad.


== Causas de la cultura de la muerte ==
== Causas de la cultura de la muerte ==
El hombre es el único ser del universo que sabe de su finitud, el único que se da cuenta de la existencia de un mundo exterior a él, y el único capaz de ver al resto de los hombres como a otro “yo”, y, en función de esto, de tratarles con la misma [[dignidad]] que el mismo merece. Reconocer mi “yo” en un “tú” es reconocer la igualdad de todos los seres humanos en derechos y en dignidad. Y esta dignidad que se nota en el “otro”, como si del propio “yo” se tratare, está tan ligada a la condición humana que asume para su cadáver una vez que tiene lugar el fallecimiento: una forma de reconocimiento no solo de su pasado vivo sino de su futura inmortalidad (Morín, 1992). Negar esta evidencia, la dignidad de la persona humana en cualquier situación, es ver en el otro un adversario a eliminar o un objeto a utilizar, es negarle su condición de persona y cosificarlo. Por eso, la institucionalización de la muerte es debida, muchas veces, al ámbito cultural y a la tradición de ciertos pueblos, pero, sobre todo, al desconocimiento que existe en general sobre quién es el hombre. Aunque esto no la justifica. Una formación antropológica sobre la verdad del hombre, completada con lo que la moderna biología, la embriogénesis y la psiquiatría/ psicología han aportado, brindarían la oportunidad de evitar la promulgación desde el poder de ciertas '''leyes''' que son un '''atentado''' '''contra''' la '''persona''' '''humana''', aunque tuvieran vigencia en el pasado, y frenarían ciertas prácticas criminales toleradas, cuando no son compartidas. Por ejemplo, con respecto al aborto provocado, muchas personas desconocen que el embrión es una persona, un ser humano, como ha demostrado la ciencia actual, o sabiéndolo, por intereses bastardos, se niega, e incluso se inventan nuevas palabras para referirse a los quince primeros días de ese niño a fin de negarle su pertenencia al género humano, como ocurre con el término “preembrión”, un término jurídico no reconocido en la literatura científica. Se niega hoy al ''nasciturus'' la dignidad de persona que en los enterramientos paleolíticos sí se le reconocía. En la sociedad un ser humano, desde la concepción, o en la enfermedad o en la ancianidad, pueda parecerle desagradable, despreciable, doloroso o repugnante, no impide que ese ser, por sus cualidades, talentos o virtudes, preste a la sociedad servicios de índole superior. Es posible citar a alguien actual, a Steven Hawking, que desde su silla de ruedas y comunicándose a través de un ordenador, casi en parálisis absoluta de su cuerpo, enriquecía día a día el campo de la ciencia. Beethoven tuvo, de haber nacido hoy, todas las papeletas para que su madre hubiese abortado: enferma, pobre y con un marido alcohólico, y ¡qué genio se hubiera perdido la humanidad!, pero también las tuvo para, al final de la vida, ser premiado con la eutanasia: [[anciano]], enfermo, con dolores terribles, solo y mísero, y, sin embargo, en aquellas terribles circunstancias compuso una de las obras cumbre de la música de todos los tiempos, el más bello poema sinfónico-coral de su carrera, la ''Novena Sinfonía,'' en cuyo último tiempo deleita a todos hablándo de “alegría, porque los seres humanos son todos hermanos e hijos del mismo Padre”. “Ser hijos del mismo Padre” es lo que se ha perdido hoy, el concepto de fraternidad, entre otras cosas porque se ha matado al Padre, y, si ya no se consideran hermanos, si ya no tienen todos la misma dignidad, es fácil caer en la tentación de matar a los hijos/padres que estorben o a aquellos semejantes de los que se desea algo.
El hombre es el único ser del universo que sabe de su finitud, el único que se da cuenta de la existencia de un mundo exterior a él, y el único capaz de ver al resto de los hombres como a otro “yo”, y, en función de esto, de tratarles con la misma dignidad que el mismo merece. Reconocer mi “yo” en un “tú” es reconocer la igualdad de todos los seres humanos en derechos y en dignidad. Y esta dignidad que se nota en el “otro”, como si del propio “yo” se tratare, está tan ligada a la condición humana que asume para su cadáver una vez que tiene lugar el fallecimiento: una forma de reconocimiento no solo de su pasado vivo sino de su futura inmortalidad (Morín, 1992). Negar esta evidencia, la dignidad de la persona humana en cualquier situación, es ver en el otro un adversario a eliminar o un objeto a utilizar, es negarle su condición de persona y cosificarlo. Por eso, la institucionalización de la muerte es debida, muchas veces, al ámbito cultural y a la tradición de ciertos pueblos, pero, sobre todo, al desconocimiento que existe en general sobre quién es el hombre. Aunque esto no la justifica. Una formación antropológica sobre la verdad del hombre, completada con lo que la moderna biología, la embriogénesis y la psiquiatría/ psicología han aportado, brindarían la oportunidad de evitar la promulgación desde el poder de ciertas '''leyes''' que son un '''atentado''' '''contra''' la '''persona''' '''humana''', aunque tuvieran vigencia en el pasado, y frenarían ciertas prácticas criminales toleradas, cuando no son compartidas. Por ejemplo, con respecto al aborto provocado, muchas personas desconocen que el embrión es una persona, un ser humano, como ha demostrado la ciencia actual, o sabiéndolo, por intereses bastardos, se niega, e incluso se inventan nuevas palabras para referirse a los quince primeros días de ese niño a fin de negarle su pertenencia al género humano, como ocurre con el término “preembrión”, un término jurídico no reconocido en la literatura científica. Se niega hoy al ''nasciturus'' la dignidad de persona que en los enterramientos paleolíticos sí se le reconocía. En la sociedad un ser humano, desde la concepción, o en la enfermedad o en la ancianidad, pueda parecerle desagradable, despreciable, doloroso o repugnante, no impide que ese ser, por sus cualidades, talentos o virtudes, preste a la sociedad servicios de índole superior. Es posible citar a alguien actual, a Steven Hawking, que desde su silla de ruedas y comunicándose a través de un ordenador, casi en parálisis absoluta de su cuerpo, enriquecía día a día el campo de la ciencia. Beethoven tuvo, de haber nacido hoy, todas las papeletas para que su madre hubiese abortado: enferma, pobre y con un marido alcohólico, y ¡qué genio se hubiera perdido la humanidad!, pero también las tuvo para, al final de la vida, ser premiado con la eutanasia: anciano, enfermo, con dolores terribles, solo y mísero, y, sin embargo, en aquellas terribles circunstancias compuso una de las obras cumbre de la música de todos los tiempos, el más bello poema sinfónico-coral de su carrera, la ''Novena Sinfonía,'' en cuyo último tiempo deleita a todos hablándo de “alegría, porque los seres humanos son todos hermanos e hijos del mismo Padre”. “Ser hijos del mismo Padre” es lo que se ha perdido hoy, el concepto de fraternidad, entre otras cosas porque se ha matado al Padre, y, si ya no se consideran hermanos, si ya no tienen todos la misma dignidad, es fácil caer en la tentación de matar a los hijos/padres que estorben o a aquellos semejantes de los que se desea algo.


Clásicamente, se han aducido como razones para una cultura de la muerte perversa:  
Clásicamente, se han aducido como razones para una cultura de la muerte perversa:  
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# Madurez.
# Madurez.
# Senectud antes de que sobrevenga la muerte natural.  
# Senectud antes de que sobrevenga la muerte natural.  
El zigoto mamífero es la célula primigenia característica de una especie determinada, que en un ambiente natural (las trompas de Falopio de la hembra) se forma tras la unión de un óvulo con un espermatozoide. Y ese zigoto tiene su código genético (distinto al de los padres) y su sexo determinado (por la presencia o ausencia del cromosoma “Y”) desde ese instante; así como un programa de desarrollo propio por el que da órdenes al cuerpo de la madre para que se adapte para recibirlo y acogerlo, convirtiéndolo de esta manera en su nido durante una temporada. El desarrollo de la ingeniería genética hace posible hoy que los zigotos se puedan formar en ausencia de fecundación óvulo-espermatozoide, como en la clonación, lo que '''no diezma''' la '''dignidad''' de la persona humana en sus '''estadios''' '''iniciales''': si el zigoto es de un ''Homo sapiens'' (como ocurre en los seres humanos clonados por cualquier método posible) se está ante un hombre con toda su dignidad y con todas sus potencialidades, no se está ni ante un animal ni ante una cosa, sí ante un ser humano, sí ante una persona. El '''hombre''', como mamífero, '''nace''', en cada '''zigoto''' que se '''forma''', sea por la técnica que sea, dadas las potencialidades de la [[Fecundación in vitro|fecundación ''in Vitro'']], y se desarrollará siempre que tenga un nido que le acoja, proteja y le suministre las sustancias nutricias que necesita hasta que sea capaz de vivir por sí mismo. Quiere decir esto, que el ser humano, como mamífero, necesita una madre que le acoja en su vientre hasta que nazca, y una [[familia]] que le permita crecer armónicamente. También se sabe, según la genética moderna, que todos los hombres son iguales, prácticamente tienen el mismo [[Genoma humano|ADN]], y descienden de una mujer negra que vivió en África alrededor de hace 150.000 años (confirmado por otros marcadores genéticos). Es decir, a pesar del aspecto, todos son negros: No tiene sentido hablar de razas humanas, es un concepto artificial creado muy modernamente para justificar la esclavitud, la opresión de los semejantes e incluso el exterminio de unos pueblos por otros, por considerarlos inferiores. Cuando el hombre quiere cosificar al hombre lo clasifica en grados que van de mayor a menor (el estadio embrionario, la “calidad de vida”, la raza…), lo degrada y reduce, lo deshumaniza.
El zigoto mamífero es la célula primigenia característica de una especie determinada, que en un ambiente natural (las trompas de Falopio de la hembra) se forma tras la unión de un óvulo con un espermatozoide. Y ese zigoto tiene su código genético (distinto al de los padres) y su sexo determinado (por la presencia o ausencia del cromosoma “Y”) desde ese instante; así como un programa de desarrollo propio por el que da órdenes al cuerpo de la madre para que se adapte para recibirlo y acogerlo, convirtiéndolo de esta manera en su nido durante una temporada. El desarrollo de la ingeniería genética hace posible hoy que los zigotos se puedan formar en ausencia de fecundación óvulo-espermatozoide, como en la clonación, lo que '''no diezma''' la '''dignidad''' de la persona humana en sus '''estadios''' '''iniciales''': si el zigoto es de un ''Homo sapiens'' (como ocurre en los seres humanos clonados por cualquier método posible) se está ante un hombre con toda su dignidad y con todas sus potencialidades, no se está ni ante un animal ni ante una cosa, sí ante un ser humano, sí ante una persona. El '''hombre''', como mamífero, '''nace''', en cada '''zigoto''' que se '''forma''', sea por la técnica que sea, dadas las potencialidades de la fecundación ''in Vitro'', y se desarrollará siempre que tenga un nido que le acoja, proteja y le suministre las sustancias nutricias que necesita hasta que sea capaz de vivir por sí mismo. Quiere decir esto, que el ser humano, como mamífero, necesita una madre que le acoja en su vientre hasta que nazca, y una familia que le permita crecer armónicamente. También se sabe, según la genética moderna, que todos los hombres son iguales, prácticamente tienen el mismo ADN, y descienden de una mujer negra que vivió en África alrededor de hace 150.000 años (confirmado por otros marcadores genéticos). Es decir, a pesar del aspecto, todos son negros: No tiene sentido hablar de razas humanas, es un concepto artificial creado muy modernamente para justificar la esclavitud, la opresión de los semejantes e incluso el exterminio de unos pueblos por otros, por considerarlos inferiores. Cuando el hombre quiere cosificar al hombre lo clasifica en grados que van de mayor a menor (el estadio embrionario, la “calidad de vida”, la raza…), lo degrada y reduce, lo deshumaniza.


Sin embargo, ante el hombre la ciencia se para, no es capaz de abarcarlo en su totalidad, por lo que se corre el peligro de reducirlo si se mantiene solamente en el dato empírico. El hombre, además de cuerpo y mente, como mamífero que es, posee un núcleo espiritual en el que reside el “yo” que gobierna la “totalidad-unidad físico-anímico-espiritual que es”. No hay dato científico que no avale que el hombre es radicalmente distinto a todos los animales, y que no se puede comparar ni igualar a ellos bajo ningún concepto, que es “algo más”. El hombre es un ser espiritual, dotado de entendimiento y voluntad, y por ello un ser libre, que decide lo que quiere en cada instante de su vida, que conoce el bien y el mal y elige, que sabe que sabe. Por eso decide que es una persona y una especie, al mismo tiempo, es el resultado de un largo proceso evolutivo: recapitula toda la historia del Cosmos desde el Big Bang. En el cuerpo es posible encontrar los mismos quarks que componen toda la realidad energético-material existente y responde a las mismas leyes físicas. Presentando una inteligencia que, aunque superior, es posible compartir con algunos otros animales. Pero tiene además una dimensión espiritual que es exclusivamente del hombre. Son un diálogo, unitario y perfecto, entre la herencia universal compartida con el resto de la naturaleza, especialmente con los animales, y el espíritu constituyente de la persona humana; una unidad relacional desde el zigoto a la muerte natural que hace a cada ser humano único e irrepetible. La base de la espiritualidad humana y de la religiosidad orienta a la persona hacia el amor agápico e implica una decisión personal; constituye el centro capaz de tomar la decisión de hacer o no hacer, de amar o no amar, en el sentido de desear el bien del otro en cuanto otro. A través de este núcleo personal se distingue el amor verdadero de un simple sentimiento o deseo, como un acto de entendimiento y voluntad, libre y total de la persona entera: se ama al mismo tiempo con el cuerpo, la mente y el espíritu, de forma inseparable. El amor implica a la totalidad de la persona. Por tanto, el hombre, todo hombre, es una persona a lo largo de toda su existencia, desde el primer instante al último. Por eso es un fin en sí mismo y nunca puede ser un medio. Solo una concepción depravada y utilitarista del '''hombre''' puede '''conducir''' a '''causar''' la '''muerte''' de '''otros''' '''seres humanos''', legislarla e incluso regocijarse ante el sufrimiento ajeno.  
Sin embargo, ante el hombre la ciencia se para, no es capaz de abarcarlo en su totalidad, por lo que se corre el peligro de reducirlo si se mantiene solamente en el dato empírico. El hombre, además de cuerpo y mente, como mamífero que es, posee un núcleo espiritual en el que reside el “yo” que gobierna la “totalidad-unidad físico-anímico-espiritual que es”. No hay dato científico que no avale que el hombre es radicalmente distinto a todos los animales, y que no se puede comparar ni igualar a ellos bajo ningún concepto, que es “algo más”. El hombre es un ser espiritual, dotado de entendimiento y voluntad, y por ello un ser libre, que decide lo que quiere en cada instante de su vida, que conoce el bien y el mal y elige, que sabe que sabe. Por eso decide que es una persona y una especie, al mismo tiempo, es el resultado de un largo proceso evolutivo: recapitula toda la historia del Cosmos desde el Big Bang. En el cuerpo es posible encontrar los mismos quarks que componen toda la realidad energético-material existente y responde a las mismas leyes físicas. Presentando una inteligencia que, aunque superior, es posible compartir con algunos otros animales. Pero tiene además una dimensión espiritual que es exclusivamente del hombre. Son un diálogo, unitario y perfecto, entre la herencia universal compartida con el resto de la naturaleza, especialmente con los animales, y el espíritu constituyente de la persona humana; una unidad relacional desde el zigoto a la muerte natural que hace a cada ser humano único e irrepetible. La base de la espiritualidad humana y de la religiosidad orienta a la persona hacia el amor agápico e implica una decisión personal; constituye el centro capaz de tomar la decisión de hacer o no hacer, de amar o no amar, en el sentido de desear el bien del otro en cuanto otro. A través de este núcleo personal se distingue el amor verdadero de un simple sentimiento o deseo, como un acto de entendimiento y voluntad, libre y total de la persona entera: se ama al mismo tiempo con el cuerpo, la mente y el espíritu, de forma inseparable. El amor implica a la totalidad de la persona. Por tanto, el hombre, todo hombre, es una persona a lo largo de toda su existencia, desde el primer instante al último. Por eso es un fin en sí mismo y nunca puede ser un medio. Solo una concepción depravada y utilitarista del '''hombre''' puede '''conducir''' a '''causar''' la '''muerte''' de '''otros''' '''seres humanos''', legislarla e incluso regocijarse ante el sufrimiento ajeno.  
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* Otras veces, el abuso se ejercía sobre los pueblos conquistados, que pasaban a ser objetos de propiedad, esclavos, sin ningún valor humano.  
* Otras veces, el abuso se ejercía sobre los pueblos conquistados, que pasaban a ser objetos de propiedad, esclavos, sin ningún valor humano.  
* Otras, la depreciación como persona recaía en los débiles, enfermos, ancianos y niños.  
* Otras, la depreciación como persona recaía en los débiles, enfermos, ancianos y niños.  
Situaciones lamentables que obedecían al hecho de '''negar''' su '''humanidad''', el ser persona, a algún miembro de la sociedad. Parecía que con la ''Declaración Universal de los Derechos Humanos'' (1948), al menos en el llamado “mundo civilizado”, estas ideas estaban superadas, estaba ya asumido que todos los hombres son iguales, y que esta certeza había que llevarla a todos los pueblos y naciones para evitar todo tipo de explotación humana. Pero no, hoy se tiende a clasificar a los seres humanos en “individuos, personas y ciudadanos”. El '''concepto''' de '''ciudadanía''' se '''impone''' sobre los demás desde una '''perspectiva''' '''juspositiva''', y no se reconoce como persona a todo ser humano. Mirando atrás es posible observar que toda clasificación de los seres humanos siempre ha ido acompañada de dolor, como en la ideología nazi, de triste memoria. Cuando a un ser humano no se le considera persona se le cosifica: Hasta fechas muy recientes, en la “adelantada” civilización, se consideraba que los esclavos negros no tenían alma, y que, por tanto, se podía cometer con ellos todo tipo de tropelías, que su vida no importaba. El mismo Charles Darwin (1871), el llamado “padre de la evolución”, afirmó sobre ciertos pueblos de Sudamérica que eran “''seres intermedios entre los animales y la verdadera especie humana''” y que la raza caucásica, superior a todas, debía reemplazar a los pueblos salvajes del planeta. De la misma manera, hoy, las personas se empeñan en afirmar, contra toda evidencia científica, por pura ideología, que los embriones no son seres humanos sino un amasijo de células sin programa de desarrollo, una especie de tumor, y por ello los congelan, los someten a experimentación, los venden-compran, son materia prima de diversas industrias, etc. O que ciertos niños, enfermos y ancianos son menos que animales, como defiende, entre otros, Peter Singer (1998), autor del ''[[Proyecto Gran Simio]]'', y que los pueden eliminar.
Situaciones lamentables que obedecían al hecho de '''negar''' su '''humanidad''', el ser persona, a algún miembro de la sociedad. Parecía que con la ''Declaración Universal de los Derechos Humanos'' (1948), al menos en el llamado “mundo civilizado”, estas ideas estaban superadas, estaba ya asumido que todos los hombres son iguales, y que esta certeza había que llevarla a todos los pueblos y naciones para evitar todo tipo de explotación humana. Pero no, hoy se tiende a clasificar a los seres humanos en “individuos, personas y ciudadanos”. El '''concepto''' de '''ciudadanía''' se '''impone''' sobre los demás desde una '''perspectiva''' '''juspositiva''', y no se reconoce como persona a todo ser humano. Mirando atrás es posible observar que toda clasificación de los seres humanos siempre ha ido acompañada de dolor, como en la ideología nazi, de triste memoria. Cuando a un ser humano no se le considera persona se le cosifica: Hasta fechas muy recientes, en la “adelantada” civilización, se consideraba que los esclavos negros no tenían alma, y que, por tanto, se podía cometer con ellos todo tipo de tropelías, que su vida no importaba. El mismo Charles Darwin (1871), el llamado “padre de la evolución”, afirmó sobre ciertos pueblos de Sudamérica que eran “''seres intermedios entre los animales y la verdadera especie humana''” y que la raza caucásica, superior a todas, debía reemplazar a los pueblos salvajes del planeta. De la misma manera, hoy, las personas se empeñan en afirmar, contra toda evidencia científica, por pura ideología, que los embriones no son seres humanos sino un amasijo de células sin programa de desarrollo, una especie de tumor, y por ello los congelan, los someten a experimentación, los venden-compran, son materia prima de diversas industrias, etc. O que ciertos niños, enfermos y ancianos son menos que animales, como defiende,entre otros, Peter Singer (1998), autor del ''Proyecto Gran Simio'', y que los pueden eliminar.


Cuando se olvida, voluntaria o inconscientemente, que todos son '''personas''' '''iguales''' en '''derecho''' y en '''dignidad''', al margen de lo que puedan decir las leyes, se olvida también de la Justicia. Por ejemplo: la clasificación de “seres humanos de primera, de segunda y de tercera” aboca a leyes como la implantada en España en julio de 2007, de Investigación Biomédica, que permiten la experimentación no solo con embriones sino con menores, deficientes e inconscientes, basta con que sea de interés para terceros, aunque no se salve la vida de la persona sobre la que se experimenta (artículos 20 y 21). La historia se repite:
Cuando se olvida, voluntaria o inconscientemente, que todos son '''personas''' '''iguales''' en '''derecho''' y en '''dignidad''', al margen de lo que puedan decir las leyes, se olvida también de la Justicia. Por ejemplo: la clasificación de “seres humanos de primera, de segunda y de tercera” aboca a leyes como la implantada en España en julio de 2007, de Investigación Biomédica, que permiten la experimentación no solo con embriones sino con menores, deficientes e inconscientes, basta con que sea de interés para terceros, aunque no se salve la vida de la persona sobre la que se experimenta (artículos 20 y 21). La historia se repite:

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